Una de las grandes incógnitas, porque hay muchas, es ¿cuál es la razón fundamental para que a los ricos de este país no se les toque casi nada, cuando en otros países están siendo sujetos a modificaciones impositivas, en vista de la situación no solo económica, sino de justicia social?
Más allá del cobro de impuestos atrasados o de la eliminación de la condonación de impuestos a algunos grandes consorcios de todo tipo, no hay una sola acción adicional que le permita a este gobierno obtener más recursos.
En otros países las propuestas para gravar más a quienes más tienen están a la orden del día, porque, como dice el famoso Thomas Piketty, “los privilegios que se conceden a las grandes fortunas conducirán a una gran crisis política y recuerda el levantamiento de finales del siglo XVIII, cuando la nobleza se resistía a pagar impuestos”.
En Francia, donde toda la información es pública, no como aquí, resulta que el año pasado las 40 principales empresas listadas en la Bolsa de Paris obtuvieron ganancias por casi 175 mil millones de euros. ¡Un crecimiento del 70% con respecto a 2020!
Hay datos que muestran la necesidad urgente de hacer algo en muchos países. Por ejemplo, se dice que si Elon Musk perdiera el 99% de su fortuna seguiría siendo rico y, por otro lado, según la OXFAM, la desigualdad contribuye a la muerte de una persona cada cuatro segundos.
Uno de los mayores problemas se encuentra en la evasión fiscal de los grandes consorcios hacia paraísos fiscales, no solo en las islas del Caribe, sino en los propios Estados Unidos.
Es por eso que se observa como un esfuerzo importante el acuerdo logrado en la OCDE, mediante el cual 140 países acordaron establecer un impuesto mínimo universal del 15% sobre las utilidades que generen las empresas multinacionales en cualquier país.
Este impuesto empezará a surtir efecto en el año 2024 y algunos especialistas lo han criticado, expresando que es muy bajo, pero como dice el negociador en jefe de la OCDE, Pascal Saint-Amans, se trata de un piso mínimo que hoy todavía no existe en muchos países.
A pesar de lo que dice el reformista Piketty, sobre que el mundo va mejor, que hay una marcha a la igualdad y hay que hacer una revolución en el sentido de que las grandes fortunas contribuyan y se tiene la esperanza de que se logrará, a cada día se ve más lejano.
Yo considero que para tener éxito hay que dejar de hacer, como se dice coloquialmente, “llamadas a misa” y utilizar todo el poder del Estado para lograr estos impuestos adicionales y, si se quiere, extraordinarios a la riqueza, en estos tiempos cuando las familias son más pobres y las grandes empresas más ricas.
Según una propuesta, aparecida en los medios de comunicación, del Instituto de Estudios de la Desigualdad (INDESIG), en México hay margen para aplicar un impuesto a la riqueza que daría cerca de 374 mil millones de pesos al erario nacional, estableciendo ese impuesto solo al 10% más rico de la población.
En otro estudio, la OXFAM expresa que el establecimiento de un impuesto a la riqueza en América Latina generaría más de 20 mil millones de dólares, indicando que durante la pandemia el crecimiento de la riqueza de los más ricos de la región ha sido de cinco millones de dólares por hora.
Sean cuales sean las cifras reales, porque no se cuenta con la información precisa, lo que está claro es que en nuestro país necesitamos urgentemente más recursos para hacer frente a las crecientes necesidades que se tienen, no solo por los efectos de la pandemia, sino para lograr un crecimiento mayor, y la única manera que hay hasta el día de hoy, ya casi acabados los recortes, desaparecidos los fideicomisos, etcétera, etcétera, se encuentra en que los ricos paguen más impuestos. La gran pregunta es ¿por qué no se ha hecho?
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