La consolidación del poder en la República Popular China en manos del Presidente Xi Jinping, como nunca antes visto desde tiempos de Mao Tse Tung, está provocando un reacomodo de la economía y las relaciones internacionales, con China convirtiéndose en una potencia política y económica, e incluso, como acabamos de ver, arrebatándole a Estados Unidos negociaciones entre países rivales, como la de Irán con Arabia Saudita, tradicional aliado de los estadounidenses.
Pero lo que está generando todo este poder hegemónico es un avasallamiento en muchas partes del mundo por el accionar chino que, al igual que en los imperios de antes, carece de valores y se maneja por puros intereses.
Y lo que está ocurriendo con los países más pobres de África es un ejemplo de que las cosas no están saliendo tan bien, no sólo para estos países sino, en el futuro, para la propia China.
En los últimos 20 años ha sido impresionante el flujo de dinero para la construcción de infraestructuras y para el aseguramiento de los recursos naturales que tienen algunos de estos países y que son tan necesarios para el desarrollo de la economía china.
Según las informaciones más recientes, actualmente en el continente africano hay 22 países en riesgo de suspensión de pagos o ya han caído en la imposibilidad de pagar, tales como Zambia y Ghana.
Y no sólo China, sino las otras potencias, han permitido y fomentado que en estos 20 años la deuda externa pública y privada llegue a 696 miles de millones de dólares, un crecimiento de cinco veces.
Ya en 2007 Moisés Naim expresaba, citado por Bernabé Malacalza en El País, que todos estos préstamos a países pobres se podían calificar como “ayuda canalla”, poniendo de ejemplo a Nigeria, quien desechó un préstamo del Banco Mundial por nueve mil millones de dólares y optó por los chinos, que le hicieron un proyecto ferroviario y cuyo pago fue en petróleo.
La mayoría de los países africanos difícilmente para podrán salir adelante con la deuda que tienen, incluso empeñando todos sus recursos naturales por muchísimos años.
La presencia china en América Latina cobra cada día mayor impulso y ya hay también algunos países con problemas para pagar su deuda, como Ecuador, Venezuela, Bolivia, Dominica y Jamaica. Según un estudio reciente citado en los medios de comunicación, el 80 % de los países del planeta, en mayor o menor cantidad, le deben dinero a los chinos.
Y aquí entra también otra consideración, que es el mito del nivel de deuda que actualmente tienen muchos países africanos.
En tan sólo seis años han pasado de tener una deuda del 35% a una de alrededor del 60% con respecto al PIB y, dadas las economías de esos países, esto se va convirtiendo en una bola de nieve creciente, pues no es lo mismo tener 140 % de deuda, como Estados Unidos o 200 %, como Japón, todo depende del grado de desarrollo.
China se maneja hoy como un gran imperio que
tiene
los recursos para decidir sobre el desarrollo económico y social de muchos países pobres, sobre todo africanos, y a los líderes de dichos países no les queda más remedio que aceptar las condiciones que les impone.
Pero este imperio, que tiene que alimentar a casi mil 500 millones de seres humanos, debería de tomar en consideración la difícil situación que se vive en el mundo, apenas recuperándose de la pandemia, con guerra por la invasión rusa a Ucrania y la pobreza creciente en muchos de los países a los cuales les ha prestado dinero. Sin duda, tendrá que haber una negociación y consideración que les permita al menos subsistir.
El drama de muchos países africanos demuestra lo negativo que ha sido el capitalismo, aunque sea con características chinas.
Durante siglos fueron colonizados y explotados por potencias occidentales y, habiendo logrado su independencia, ahora siguen estando colonizados por otra potencia.