Maíz y realidad

8 de Enero de 2025

Enrique Del Val
Enrique Del Val

Maíz y realidad

enrique del val

Como era previsible, el gobierno norteamericano ha solicitado al gobierno mexicano consultas fitosanitarias por el decreto que prohíbe importar maíz transgénico para consumo humano y, aunque todavía no se trata de una disputa formal, esas consultas están establecidas claramente en el Capítulo 9 del T-MEC y son un paso antes de iniciar ya una disputa formal.

Se han escrito y hemos escuchado diferentes versiones sobre el diferendo en cuestión, pues es un tema muy importante para nuestro país, pero se mezclan cuestiones ideológicas con cuestiones científicas, que es lo que están alegando los norteamericanos en defensa, por supuesto, de sus marcados intereses comerciales en este cereal.

La información que ha salido en los medios indica que somos grandes importadores de maíz amarillo de los Estados Unidos, sólo superados por los chinos, que importan 18 millones de toneladas, importando nosotros 17 millones de toneladas el año pasado, 12.3 % más que en 2021. Es un hecho irrefutable que sólo producimos casi el 60 % de lo que consumimos.

En la producción de maíz blanco somos autosuficientes y se destina casi totalmente al consumo humano.

Las recientes cifras dadas a conocer por el Servicio de Información Agroalimentario y Pesquero (SIAP) indican que la superficie sembrada de maíz blanco se redujo en un 9.1 % y la sembrada en el ciclo Otoño-Invierno de 2022 fue de 100 mil hectáreas menos que las plantadas en el mismo ciclo del 2021.

Aquí sería conveniente saber el por qué si la pretensión del gobierno es crecer la producción, se deja que cada ciclo se siembre menos de maíz blanco. Adicionalmente, el decreto para reducir los precios da carta libre a las grandes empresas para que importen bajo su responsabilidad y, al parecer, puede llegar maíz blanco transgénico. Eso sí, muy barato.

Según los medios de comunicación, el otro productor de maíz no transgénico es Ucrania, que antes de la guerra producía tan solo 15 mil toneladas, siguiéndole los franceses y brasileños con solo 5 mil toneladas cada uno. Esto indica que no sería tan fácil conseguir en los mercados internacionales maíz no transgénico en el corto plazo, además de la distorsión de precios que traería una demanda tan grande como la mexicana.

Creo que todos estaríamos de acuerdo, en primer lugar, en consumir nuestros maíces no transgénicos, pero esto es imposible. La realidad nos indica que nuestro principal alimento, la tortilla, está elaborada muchas veces con transgénicos y no sabemos en qué proporciones porque, además, al presionar para que se utilice no transgénico eleva de inmediato los precios, resultando que quienes tengan más recursos serán los que gocen de tener estas tortillas, como ya ocurre en varios establecimientos que venden la docena en más de 35 pesos.

Da rabia leer que el gobierno estadounidense sea el que le diga al mexicano que debe adoptar un enfoque basado en la ciencia y no en supuestos no comprobados hasta ahora, a menos que en los próximos días nos den la sorpresa con estudios consistentes que le callen la boca al vecino del norte.

Se abre con esto la posibilidad de que el gobierno, las empresas y la academia platiquen y propongan qué acciones debemos de llevar a cabo para ser autosuficientes en aquellos productos básicos para la población, pues no olvidemos que, además, los alimentos son un arma poderosa en los conflictos entre naciones.

Por último, una consideración personal: ¿si el maíz transgénico tiene tantas desventajas en su consumo y se permite dárselo a los animales, no existe el peligro de que al comerlos nos pase algo a los humanos? Y lo que es una realidad, por ejemplo, los cerdos, que son mamíferos igual que nosotros, desde hace tiempo han comido transgénico y nadie ha publicado algo que indique que les haya afectado.

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