Sin duda, uno de los hechos más relevantes que sucedieron el mes pasado fue la publicación de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares 2022 (ENIGH 2022), elaborada por el Inegi. Es quizás la más amplia indagatoria que se realiza sobre estos temas, los cuales conllevan un análisis sobre la desigualdad y la pobreza.
Para esta encuesta, se visitaron y censaron a todos aquellos mayores de 12 años que habitan en más de 105 mil viviendas. Hay que considerar que en la de hace dos años, en 2020, se visitaron 89 mil viviendas, es decir, hubo un incremento de más de 10 %, lo cual garantiza una mayor precisión sobre los datos recabados.
Los resultados obtenidos apuntan, en términos generales, a una mejora en la situación económica y social de millones de mexicanos, aunque hay claroscuros que habría que tomar en cuenta para poder optimizar el avance en la reducción de la pobreza y la desigualdad.
Es de destacar la recuperación de los ingresos de los hogares después de la pandemia, lo que también permitió reducir la brecha que existía entre los hogares más ricos y los más pobres. El dato estadístico lo confirma, ya que en 2016 los más ricos ganaban 21 veces más que los pobres y ahora, en 2022, se redujo a quince veces. Otro gran logro es el que se refiere al aumento histórico del número de hogares que han recibido al menos uno de los programas sociales, pues pasaron del 28 % al 34 % entre 2018 y 2022.
Pero, como decía, no todo es de color rosa, ahora tan famoso color, y merecería un análisis más profundo de las autoridades gubernamentales con la ayuda de los expertos en estos temas, quienes son muchos y llevan muchos años en ello.
Varios académicos han hecho observaciones puntuales, como ha sido el caso de las señaladas por el Instituto de Estudios sobre Desigualdad (INDESIG), mismas que sería conveniente tomar en cuenta. Me referiré a algunas de ellas.
Por ejemplo, un dato que es de llamar la atención y de la mayor importancia se refiere a que en 2022 los hogares más pobres recibieron menos programas sociales que en el sexenio anterior, pero, aunque la política social era menor, se redistribuía más, es decir, hoy es más regresiva, incluso que con relación a 2020.
Y la explicación de lo anterior es muy clara en el gran programa de la Pensión de Adultos Mayores, que crece día con día, pero que no redistribuye el ingreso, más bien lo concentra, debido, entre otras cosas, a la desigualdad y pobreza que tenemos. Una consideración es que en los hogares más pobres la esperanza de vida se reduce, no así en los más ricos.
Según los datos aparecidos en la prensa, en 2018 había 410 mil personas beneficiadas en el decil más pobre y 240 mil en el decil más rico. Para 2022 había 530 mil personas en el más pobre y un millón 380 mil en el más rico.
El otro gran programa, las Becas Benito Juárez se han visto disminuidas o, como en el caso de las Elisa Acuña, han sido canceladas en uno de los asuntos más importantes, que es la alimentación de los estudiantes; tan sólo en la UNAM, 55 mil alumnos perdieron el apoyo de la SEP sin alguna explicación.
Asimismo, según el INDESIG, con base en los resultados de la ENIGH2022, los estados más pobres reciben menos programas sociales, cayendo la cobertura en Chiapas, Oaxaca y Guerrero, mientras que creció en Yucatán, Ciudad de México, Nuevo León y estado de México.
Por eso es que me parece necesario que haya una amplio análisis y discusión sobre cómo mejorar los esfuerzos de este gobierno para reducir la pobreza y la desigualdad, y cómo asegurar que los programas exitosos, como la Pensión de Adultos Mayores o las Becas para los estudiantes, permanezcan en la futura administración. No sólo eso, que se logre su incremento hasta que lleguemos a la etapa en la cual todos los habitantes puedan tener un ingreso garantizado por el Estado.