La agresión de Rusia a Ucrania vino a exacerbar uno de los mayores problemas de la humanidad, considerado, a mi juicio, el primer derecho humano: el de subsistir, pues sin él, el resto no sirve de nada.
Este derecho humano se ve seriamente amenazado por la crisis alimentaria a la cual nos estamos enfrentando en todo el mundo, de manera diferente, pero nos afecta a todos. La Red Mundial contra las Crisis Alimentarias, red fundada por la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación (FAO), el Programa Mundial de Alimentos (PMA), la Unión Europea y otras organizaciones internacionales, elaboró un documento donde claramente expresa, con datos concretos, que la inseguridad alimentaria alcanza niveles máximos pocas veces visto antes, como es el de que en 2021, 193 millones de personas de 53 países o territorios se encontraban con inseguridad alimentaria aguda, o sea, con hambre en serio. Esta cifra nos muestra un aumento de 40 millones de personas en comparación con 2020. De ellas, medio millón estaban a punto de morir, es decir, se hallaban en la fase más aguda de la clasificación que se tiene.
Y todo lo anterior fue antes del conflicto bélico, el cual ahora le agrega más problemas al tema, debido al papel que juegan las naciones involucradas en el abasto, tanto de energéticos, como de alimentos. Así, tenemos por ejemplo que Ucrania es el cuarto exportador mundial de maíz y el quinto de trigo, mientras que Rusia es el séptimo exportador de maíz, primer exportador de trigo, y segundo de girasol; ya no digamos del abasto de fertilizantes y energéticos, donde este país era el principal exportador del mundo.
Hoy hay millones de toneladas de grano bloqueadas en Ucrania y no se sabe para cuándo se dispondrán de ellos, si esto fuera posible, agregando las represalias que están tomando los rusos, principalmente contra los europeos.
Todo lo anterior ha provocado la declaración del secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, en el sentido de que “los precios de los alimentos no han sido nunca como ahora los más altos, afrontamos hambre en una escala sin precedentes”. Según cálculos del Banco Mundial, por cada punto porcentual de incremento en el precio de los alimentos,10 millones de personas caen en situación de pobreza extrema.
La pandemia, el cambio climático, la escasez de lluvias y la guerra han sido como los jinetes del apocalipsis para los habitantes del planeta, siendo los más afectados, como siempre, los más pobres, muchos de quienes ya están protestando por la falta de alimentos o debido a sus precios inaccesibles, sobre todo en África.
Por eso la decisión del gobierno mexicano de apostar a la autosuficiencia alimentaria es hoy uno de los asuntos más importantes, porque, como bien dijo el Presidente, la inflación se comió el incremento extraordinario al salario mínimo. Nuestro país, que se convirtió en un gran importador debido a la globalización, tiene ahora que regresar a la época del proteccionismo, al igual que muchos otros países, para que logremos abastecernos de los granos básicos, los fertilizantes y los energéticos.
A pesar del incremento al salario mínimo y la pensión de adultos mayores, la pobreza sigue subiendo y, a menos que se destinen los recursos suficientes que permitan un incremento rápido en la producción en el campo, miles de mexicanos estarán en condiciones difíciles en cuanto a sus necesidades alimentarias y el gobierno tendrá de atenderlos.
El control de la inflación de precios debe ser rigurosa en todo el país, no sólo en los grandes centros comerciales, y la única manera de lograrlo es con un abasto suficiente, el cual no es inmediato, porque no se puede tener granos básicos de un día para el otro. Por ello, vamos a pasar meses difíciles a los que habrá que hacer frente con inteligencia y acciones claras y efectivas en favor de los que menos tienen.