Titulé mi columna de la semana pasada como “Todavía no hemos visto nada” y lo que ha seguido pasando en todo el mundo lo confirma. El gran dilema de los bancos centrales, y de paso de los gobiernos, es decidir qué hacer: o controlar la inflación y que entonces aumente la desaceleración económica, o apoyar el crecimiento y entonces dejar crecer la inflación, porque las políticas de muchos países apoyan una u otra. Sin embargo, resulta que ahora es tan importante una como la otra, sobre todo, al considerar la situación que se está viviendo y que afecta cada día a millones de ciudadanos de este mundo.
Se dice que casi está controlada la pandemia por lo que la gente y las empresas empiezan a demandar más productos, encontrándose que hay escasez de varios de ellos, desde energía y semiconductores, hasta alimentos, comenzando a salirse de cauce la inflación y la angustia de los bancos centrales.
Y ahora, en este 2022, la situación se agrava por varios hechos; uno de los mayores, sin duda, es el bloqueo que la mayoría de los países occidentales han decidido aplicar a Rusia, lo cual ha significado un desabasto de varios productos, y eso a pesar de que hasta la fecha Europa ha seguido comprando el gas ruso, pues muchos de esos países dependen hasta en 100 por ciento de él. Si se suspende dicho abasto, el problema sería mayúsculo.
Pero también hay otro hecho que ha pasado medio desapercibido, el cual es la nueva política china de cero Covid, que también limitará el abasto de las materias primas que solo o mayormente produce este país.
En su artículo del pasado viernes en el periódico El País, Paul Krugman señala que esta inflación es diferente a otras, porque estamos frente a un retroceso parcial de la globalización tal y como la conocíamos. Le preocupa que, para no variar, las consecuencias de lo que está ocurriendo afectará a los países menos desarrollados que habían logrado avances en las últimas décadas, y que incluso China está teniendo problemas, agregando un dato raro, como es el de que, por la invasión rusa, está habiendo fuga de capitales a gran escala de los oligarcas chinos.
En nuestro país, por lo que conocemos y manifiesta públicamente el gobierno, que no es mucho, la situación parece que se está agravando; por un lado, con una inflación creciente y, por el otro, con subsidios enormes a las gasolinas y el incremento de precios, en algunos casos exagerados, en alimentos. Esto último sí es un gran problema que hay que atajar cuanto antes. Ya lo mencionó el Presidente de la República, incluso adelantando la posibilidad de un control de precios, lo que nos haría volver a mediados del siglo pasado con la Ley de Atribuciones del Ejecutivo Federal en Materia Económica, que gobernaba la política de autorización de precios y permisos de importación.
Hay muchos problemas que no son por la Covid; como, por ejemplo, el de abastecimiento de agua derivado de la sequía del año pasado y que en muchos estados continúa, como es el caso de Durango, que ha sido ampliamente publicitado con el llamado a los ganaderos a vender sus animales antes de que se mueran por la falta de agua.
La gran pregunta es si en varias partes del mundo estaremos entrando a la desglobalización e iniciando una época de proteccionismo que, dadas las condiciones, hará repensar a muchos que el actual sistema económico ya no da más para mejorar la vida de millones de personas.
Es deseable que el tema del abasto alimentario y los precios de los productos se convierta en el tema prioritario de este gobierno, antes de que la situación empeore. El ejemplo de los precios del limón o del aguacate refleja no solo problemas de abasto, sino también de control de las organizaciones criminales, y este factor no tiene nada que ver con la decisión de los bancos centrales, sino con la rectoría del Estado y el cumplimiento de la ley.