Desde el inicio del actual gobierno las cosas y las acciones en el país se han desarrollado vertiginosamente, sobre todo las declaraciones diarias, de las que muchas duran en los medios un máximo de 48 horas y pasan al olvido. Pero la declaración y la acción subsecuente queda y se desarrolla, y pocos la siguen o conocen sus consecuencias.
Pero también otros servidores públicos declaran y un ejemplo de ello ocurrió a finales del mes pasado, en el cual el actor fundamental de esta mininovela fue el jefe de la Oficina de la Presidencia de la República, quien en una reunión de la Cámara Americana de Comercio tuvo a bien informar que el gobierno pensaba realizar un nuevo recorte de plazas laborales, con el objetivo de mantener el plan de austeridad y la gloria del neoliberalismo, o sea, un superávit primario. Coronó su intervención con un “créanle al Presidente que vamos a pasar de una austeridad republicana a una pobreza franciscana”. ¡Me imagino al jefe de esa oficina vistiendo los hábitos franciscanos!
Sin embargo, al día siguiente el secretario de Hacienda y el subsecretario del ramo lo desmintieron rotundamente. Según los medios, el secretario dijo que “hay gente que dice que se tiene que recortar el gasto; pues para empezar no necesariamente porque nuestros ingresos son mayores a los calendarizados; estamos por arriba de la meta”.
Para continuar con la novela, el subsecretario del ramo declaró que “el recorte propuesto al gasto se realizará en el rubro de gasto corriente de las dependencias y no en la inversión pública”.
Es una irresponsabilidad que el gobierno maneje así un tema tan importante. De inmediato hubo columnistas que, sin el menor desparpajo, señalaron que el nuevo recorte de plazas iba a llegar al 25 por ciento del personal o que el recorte iba a ser de 200 mil millones de pesos y que era el propio Presidente quien lo estaba haciendo. Han pasado los días y casi nadie se acuerda de las tan contradictorias declaraciones de tres de los más importantes miembros de este gobierno y, por supuesto, ninguno ha salido a aclarar algo.
Los recortes del personal en las dependencias, incluyendo a quienes ya tenían acreditado el servicio profesional de carrera, están afectando la operación de ellas y esto es una de las más queridas tesis del neoliberalismo: la reducción del sector público. Y el colmo de la mininovela es que a una petición de Transparencia ¡16 secretarías respondieron que no ha habido despido alguno!
Si leemos lo que se ha hecho en materia económica, nos daremos cuenta de que las declaraciones sobre el fin del neoliberalismo han sido insustanciales y hay varias pruebas de ello, a pesar de lo que manifiestan los nóveles servidores públicos, quienes, como se puede ver, de neoliberalismo no saben.
Sobre los grandes temas, como el de hacer una reforma fiscal para que los que más tienen paguen más, ni una palabra, a pesar de que la revista Forbes dice que en 2018 había 17 mexicanos que son multimillonarios y que sus fortunas conjuntas ascendieron a más de 132 mil millones de dólares. Por cierto, varios de estos personajes han sido invitados a ser asesores gubernamentales.
En materia de inversión y comercio todo el apoyo ha sido para las compañías extranjeras. Tan es así que la mayoría de las asignaciones directas que ha hecho este gobierno por miles de millones de pesos han recaído en ellas, ni una en empresas mexicanas, léase la Refinería Dos Bocas, el Tren Maya y el Aeropuerto Santa Lucía. Incluso, la semana pasada se asignó la emisión de pasaportes de manera directa a una empresa extranjera.
Sería muy conveniente que alguien del actual gobierno nos dijera qué entiende por acabar con el neoliberalismo, porque hasta ahora más bien están cumpliendo con todos sus postulados.