La educación superior en Estados Unidos está pasando por un momento muy difícil, de definiciones ante la terrible desigualdad que existe entre las instituciones que se dedican a este tema como un negocio, en su gran mayoría y cada día más importante, dejando de lado el objetivo fundamental que es preparar a las futuras generaciones.
Uno de los grandes temas que se debaten hoy en la Suprema Corte de aquel país se refiere al programa de condonación de préstamos estudiantiles que lanzó el año pasado el presidente Biden ante los reclamos masivos, y que suspendió un juez de Texas, nada raro diríamos. Ahora que toca a la Corte resolver, ya existe otra amenaza de los senadores republicanos para ponerle una traba adicional, en el caso de que la Corte otorgue el visto bueno.
La deuda estudiantil ya es impagable para muchos de los estudiantes; se calcula que en su totalidad asciende a 1.6 billones de dólares. Por ello la propuesta de Biden de que se condone el pago a aquéllos que deben entre 10 mil y 20 mil dólares, quienes supuestamente eran 16 millones de personas. Sin embargo, al día de hoy se han inscrito 10 millones más, es decir 26 millones quieren la condonación y en estos momentos se ha logrado que haya una pausa en los pagos, debido a la pandemia.
El profesor Steven Mintz, de la Universidad de Texas en Austin, escribió un muy buen artículo en la página electrónica Inside Higher Ed, comentando el libro cuyo título en inglés es Wealth, Cost, and Price in American Higher Education, de dos académicos de la Universidad de Carolina del Norte, Bruce A. Kimball y Sarah M. Iler sobre el estado de la desigualdad en la educación superior, aportando datos muy interesantes, como el de que el 1 % de las tres mil 285 instituciones que imparten carreras de cuatro años tiene el 54 % de las donaciones, pero si se concentran en el 3 % de ese 1 %, acaparan 80 %, dato que mejor refleja la desigualdad en todos los ámbitos de la educación.
Uno de los grandes temas es el referente a las donaciones. De acuerdo al profesor Mintz, entre 1870 y 1930 hubo una lucha “Darwiniana” por conseguir el mayor número de donaciones, mismas que hasta 1950 fueron invertidas por los responsables en bonos, pero a partir de ese año de finales de la segunda guerra cambiaron de los bonos a invertir en el mercado de valores, convirtiéndose en tema central de las actividades de las universidades. Luego, a partir de 1990, siguiendo al rector de Yale de esa época, pasaron a fondos de cobertura y recursos naturales y, tomando en cuenta los recursos con que cuentan hasta ahora, han obtenido ganancias que incrementan la desigualdad.
Como bien se menciona en el artículo, el propio expresidente de Harvard, Sr. Derek Bok, indica claramente que se consumen grandes esfuerzos en generar utilidades y en competir con las otras universidades de élite para ver quién tiene más, lo cual, a la vez, les permite tener mejores profesores y hasta premios Nobel, e incluso financiar a los equipos deportivos para atraer estudiantes, muchos de los cuales, tal como estamos viendo, no pueden pagar nunca las colegiaturas de las más grandes instituciones, a pesar de que algunas de ellas tienen programas de apoyo para estudiantes de escasos recursos.
El artículo finaliza destacando que las escuelas más ricas han perdido el significado de su misión y servicio público al más claro ejemplo neoliberal, abandonando a los estudiantes de escasos recursos.
Por eso es fundamental, no solo en Estados Unidos, sino en todo el mundo, el apoyo con recursos públicos, que incluyen becas, para que los jóvenes puedan acceder a este nivel y les permita no solo incorporarse al mercado de trabajo, sino convertirse en verdaderos ciudadanos y evitar los retrocesos sobre los que estamos leyendo y viendo en muchos países.