Ya no es un fantasma que está recorriendo el mundo, sino una realidad que nos está acechando, a menos que hagamos algo grande y rápido. Y digo lo anterior en ocasión de haberse celebrado una conferencia, el mes pasado, sobre el tema del Decrecimiento, en la sede del Parlamento Europeo, en Bruselas, la cual contó con la participación de los investigadores más importantes en el tema, desatacando la asistencia de la presidenta de la Comisión Europea, la señora Ursula von der Leyen.
Uno de los participantes, Timothée Parrique, actualmente en la Universidad de Lund en Suecia, es uno de los investigadores jóvenes más prestigiados en el tema, quien usa casi diariamente las redes para defender sus posturas y desenmascarar las críticas falaces que se hacen, y quien participó en el festival “la noche de las ideas”, que organizó el Instituto Francés de América Latina (IFAL) en su sede de la Ciudad de México.
Este investigador, de origen francés, se hizo famoso a partir de su tesis para obtener el Doctorado en Ciencias Económicas en la Universidad Clermont Auvergne, en Clermont-Ferrand, Francia, con el título The Political Economy of Degrowth (la economía política del decrecimiento). Se trata de una obra monumental de casi 800 páginas que puede consultarse libremente en inglés en HAL open science.
Acaba de publicar un libro denominado en español “Frenar o Morir: la economía del decrecimiento”, en cuya introducción escribe que el futuro está cancelado y que lo dice en sentido literal y figurado, porque el crecimiento no está en crisis, el crecimiento es la crisis. Incluso menciona a los Zapatistas con la expresión que hicieron de “la dominación del presente perpetuo” y que hay que abandonar la suposición de que toda la humanidad está en el mismo bote, para lo cual menciona los datos de la riqueza, del grotesco estilo de vida de los países occidentales “educados, industrializados, ricos y democráticamente raros”.
Pero no es un ilusionista, sino que en su larga tesis demuestra que es posible hacer un cambio radical en la forma en la que se está desarrollando el capitalismo. Incluso, en un reciente artículo polemiza con Paul Krugman, quien defiende mediante cifras, algunas de ellas mentirosas, que el crecimiento económico es más sostenible de lo que pensamos. Para ello da el ejemplo de que en 1850 vivían en el Reino Unido casi 18 millones de personas y que hoy hay casi 67 millones, y compara los niveles individuales de emisiones de gases de efecto invernadero, sin tomar en cuenta que las importantes son las emisiones nacionales, donde claramente se ve que si en 1850 las emisiones eran de 124 Tm, para 2018 eran de 380 Tm. Según el investigador, la tragedia de la economía capitalista, con su gran poder de compra, no viene aunada a una gran responsabilidad, porque la economía es diariamente la banalidad del mal, parafraseando a Hanna Arendt.
No quiere que se le mal interprete, pues su tesis doctoral no es una declaración de guerra en contra de la economía, sino sobre ciertas formas de la organización económica que produce lo que denomina en inglés “growthism”.
Aclara que uno de los problemas con la propuesta de decrecimiento es que todavía está pobremente definido y dice que hay que trabajar en ello. Desde que surgió de lleno el tema, a inicios del siglo, hasta la fecha falta mucho por llegar a una fortaleza en la cuestión de cómo hacerlo y, sobre todo, de las propuestas para la transición hacia el decrecimiento.
En el epílogo de su tesis pide a sus lectores que imaginemos que en un año todo se detiene para rediseñar la economía. Y termina diciendo que “el día de hoy es hermoso para hacer una revolución”.
Sin duda es una propuesta para pensarse, ante la debacle del crecimiento de la pobreza y del enriquecimiento brutal de unos cuantos que estamos viviendo. Mi próximo artículo continuaré con este tema.