A
raíz de la decisión de la empresa estadounidense Citigroup de vender su unidad en México, la antigua Banamex, como parte de una política internacional de concentración en otras ramas del mercado y no la tradicional de consumo, se ha abierto un debate que seguramente se incrementará al paso del tiempo, ya que las previsiones más optimistas hablan de cuando menos dos años.
Y este cálculo se hizo antes de que la empresa Oceanografía lograra un amparo de la justicia, el pasado 21 de enero, que impide la venta de Banamex hasta que se resuelva el caso, aunque el juez pidió al demandante depositar una garantía de 260 millones de dólares, y en los medios se duda que tenga dicha cantidad.
Una primera opinión fue la del Presidente de la República, quien manifestó su deseo de apoyar su mexicanización, agregando “no somos chovinistas, no estamos en contra de los extranjeros, pero si son empresarios mexicanos hay un poco más de garantía de que se reinviertan las utilidades”.
Después, agregó varios posibles compradores que, en honor a la verdad, dejan mucho que desear en cuanto a su desarrollo en el mundo de los negocios, empezando por la forma en que hicieron su fortuna, pues en la mayoría de los casos fue gracias a concesiones no muy claras del Estado mexicano.
Además, algunos están litigando con el gobierno mexicano, ya sea por asuntos relacionados con sus declaraciones fiscales o por el tema de las concesiones. Incluso, uno de ellos ya amenazó con irse a los tribunales extranjeros a litigar su caso.
Por otro lado, tenemos la propuesta del responsable de la Unidad de Inteligencia Financiera, Pablo Gómez, quien ha manifestado públicamente que “sería mejor que Banamex pasara a manos de personas que hoy no tienen un banco para evitar que crezca el oligopolio. Mejor
aún, un
banco
mixto:
muchos capitalistas asociados y el Estado”.
Como es natural, esta declaración levantó cierta ámpula, bajo el argumento de que se trata de una declaración falaz pues no hay oligopolio ya que hay más de 40 bancos, grandes y pequeños, operando en el país, lo cual es verdad. Sin embargo, la otra verdad es que son cuatro bancos los que controlan casi 60% del mercado: BBVA, Santander, Banamex y Banorte, lo cual confirma la existencia de una concentración en pocas manos.
Más que mexicanizar, lo que habría que hacer es modificar las reglas y hacer que los bancos nacionales y extranjeros compitan de verdad y sirvan a las necesidades del país. Son reiteradas las quejas de que el acceso al crédito es limitado, o casi imposible, para las pequeñas y medianas empresas y todos sufrimos las elevadas comisiones que cobran por cualquier motivo. Si a esto le agregamos que se calcula que la mitad de la población está fuera de la órbita bancaria, se pone de manifiesto cuáles son las verdaderas necesidades del sistema bancario, independientemente de quiénes sean los dueños.
En el caso de Banamex, hay un tema adicional, y es el relativo al valioso patrimonio cultural que ha acumulado a través de los años, incluyendo algunos de los edificios más bellos de la Ciudad de México. Por eso, además de que, como dice el Presidente, se paguen los impuestos que se generen por motivos de la operación, se deberá tener un especial cuidado con este patrimonio cultural, de todo tipo, que es invaluable para la nación.
Los que se encuentran en el famoso uno por ciento de la población más rica del mundo son iguales, independientemente de su nacionalidad. Su único interés es acrecentar sus fortunas y evadir lo más posible al fisco. Aquí y en China.
Las autoridades deberían marcar una cosa como limitante a la mexicanización de los participantes: que estén al corriente de sus deudas y litigios con el gobierno. De nada sirve que sean mexicanos si son corruptos y evasores.
Síguenos en @EjeOpinion