Informe tras informe de los organismos supranacionales dan cuenta de la inestabilidad social y económica que hoy abruma al mundo y acota las posibilidades de un desarrollo sano de millones de seres humanos, sobre todo de los denominados países del sur.
El último informe publicado es del Banco Mundial (BM), de título Global Economic Prospects, donde menciona claramente que “el crecimiento mundial se desacelerará significativamente en un contexto de alta inflación, políticas monetarias restrictivas y condiciones crediticias limitadas”.
El informe prevé un crecimiento mundial pírrico para éste y los dos años que siguen. Las perspectivas para este son de un crecimiento de tan solo 2.1 %, para el 2024 de 2.4 % y para 2025 de 3.0 %; es decir, serán tres años en los que ni siquiera se alcanzará el crecimiento del 2022.
A nivel mundial, las expectativas de crecimiento son mucho mejores para Europa, Asia y el Pacífico, mientras que para nuestra región y África del Norte no lo son tanto, ya que, según el BM, existe una serie de factores políticos y económicos que, combinados, plantean esquemas de deterioro social en muchos de estos países, principalmente aquéllos que están sobreendeudados.
Es tal la situación que esta semana gobiernos y decenas de organizaciones se están reuniendo en París para tratar de diseñar un sistema financiero internacional que sea más justo e inclusivo, teniendo como temas centrales la lucha contra las desigualdades, la transición climática y el logro, en la medida de lo posible, del cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Para nuestra región, el BM estima un crecimiento de 1.5 % en este año y de 2.0 % en el próximo, y calcula que en el 2025 será de 2.6 %. El año pasado el crecimiento registrado en conjunto fue de 3.7 %. Entre los factores que más afectarán están la inflación, la reducción del comercio internacional y las condiciones financieras restrictivas.
Prevé una caída del precio del dólar y que los metales, la agricultura y la energía tendrán precios parecidos a los del 2022. La gran esperanza de varios países, sobre todo del cono sur y de Centroamérica, es que China vuelva a ser el motor, porque para muchos de ellos es su principal socio comercial.
Con respecto a México señalan que el crecimiento de este año será de 2.5 %, con una política monetaria restrictiva, aunque el Banco de México ha pausado los incrementos en las tasas de interés. Sin embargo, advierten claramente que la política fiscal no puede sostener el crecimiento, debido a las grandes obras del sexenio y los programas sociales. No lo dicen, pero el resultado de esto será sin duda más reducción a la inversión y recortes a diversos programas, como ya estamos viendo.
Pero si bien nuestra región puede salir más o menos avante, con muchas limitaciones e incremento de la pobreza, la situación se trona crítica para los denominados países pobres del Norte de África y otras regiones, para quienes ya es imposible pagar no solo su deuda, sino los intereses de la deuda.
Según el FMI, en la mayoría estos países su deuda ha aumentado del 40 al 60 % del PIB por la crisis que están viviendo y, en palabras de la conocida Carmen Reinhardt, ahora economista en jefe del BM, desde 1930 no se veía una crisis tan severa.
Estos fríos números lo único que indican, una vez más, es la terrible desigualdad que prevalece en todo el mundo. Cada vez que hay una reunión internacional sobre estos temas, como la de esta semana en París, decenas de ONG’s demandan que se cobren impuestos a las grandes fortunas o a las grandes empresas contaminadoras.
¿Cuándo se darán cuenta los ricos de los países ricos, y no tan ricos, que la única solución para medio mantener su nivel de vida es pagando más impuestos, para que la mayoría tenga una vida aceptable, que en verdad sea vida?