Crecer mejor

22 de Noviembre de 2024

Enrique Del Val
Enrique Del Val

Crecer mejor

enrique del val

El origen, no del mundo, que es una obra maestra del pintor Gustave Courbet y que se encuentra en el Museo de Orsay en París, sino de la discusión sobre el crecimiento económico, lo ubico en la famosa obra de Thomas Robert Malthus denominada, en español, Ensayo sobre el principio de la población, escrita en 1798. En ella, Malthus afirmaba que “la población crece más rápidamente que los recursos, lo cual conduce a una progresiva pobreza”. Fue tan importante su ensayo que se le dio el grado de Ley de Malthus, aunque afortunadamente fue un fracaso y un error.

Siglos más tarde, ya en 1972, el llamado Club de Roma encargó al prestigiado Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) un informe llamado “Los límites del crecimiento”, en cuya conclusión se estableció, una vez más, que con el aumento de la población en ese tiempo, sin que se realizaran modificaciones, se alcanzarían los límites máximos del crecimiento durante los siguientes 100 años; es decir, otra visión maximalista.

Posteriormente, en 1992 y 2004 se presentaron versiones actualizadas del informe del MIT más prudentes, hasta llegar al 2012 cuando, en una edición francesa denominada “Les limites à la croissance” (Los límites al crecimiento), se determinó que estábamos llegando ya a la necesidad de hacer algunos cambios y, sobre todo, a la urgente necesidad de modificar nuestro estilo de vida, para hacerlo más sostenible.

El mes pasado, en el periódico El País, se publicaron varios artículos sobre el tema que creo conveniente compartir, porque es un asunto que nos compete a todos, sobre todo a las capas más adineradas de la población, supuestamente las más preocupadas por estos temas, pero que con sus acciones y, sobre todo, inversiones son las que más limitan la vida aceptable.

La gran y necesaria propuesta es muy simple, en el papel: “hay que crecer menos para crecer mejor”, como escribe Francisco Zárate en El País, en un tema central: “la obsesión por hacer cada vez más grande al PIB es la que nos ha metido de lleno en el cambio climático, la deforestación, el agotamiento de los suelos y la sobreexplotación de los océanos”. La propuesta es abandonar el objetivo del crecimiento del PIB y, diría yo, adoptar otra forma de medir el bienestar de la población.

La gran pregunta que surge es ¿cómo logramos hacer un planeta más sustentable sin buscar como objetivo único el crecimiento económico, cuando no son lo mismo unos países que otros? Por eso suena ridícula la propuesta de los países europeos que le dicen a China, India y otros países que no consuman carne, compren celulares, cambien de coche, etc., ahora que los ciudadanos de estos países están mejorando su nivel de vida y aspiran a vivir como los europeos o estadounidenses. Ahí radica el error.

En primer lugar, no todos los norteamericanos y europeos viven y consumen desahogadamente; muchos son pobres y viven de los apoyos gubernamentales. En segundo lugar, hay que poner en primer plano que el tema central para que todos vivamos mejor es reducir el consumo absurdo que vemos todos los días; el mejor ejemplo es la propaganda para cambiar de celular al menos una vez al año o la siniestra obsolescencia programada de los bienes, de las grandes empresas de todo el mundo.

Malthus y el Club de Roma estaban equivocados en los tiempos, pero debemos tomar en serio que es fundamental reducir el consumo de los ricos y las clases medias, y esto significa usar mejor los bienes adquiridos para que duren y así reducir la famosa huella ecológica.

Pero esto no será posible únicamente con llamadas a misa; se requieren acciones de gobierno que sancionen, con impuestos o cancelación de concesiones, a aquellos que contaminan más, en aras de un crecimiento exponencial de las ganancias de sus empresas sin importarles el bienestar de la población.