En un artículo en la revista The Economist de este mes, traducido como “pesadilla en la calle 19”, que es el domicilio del Fondo Monetario Internacional (FMI) en Estados Unidos, se da cuenta de lo que llaman una crisis de identidad de este organismo debido, según ellos, a la intransigencia de China.
El artículo relata la historia del FMI como la más importante institución económica del mundo, en cuyos 80 años de vida ha prestado 700 mil millones de dólares a 150 países, pero ahora se encuentra apremiado en definir cuál es su papel, dadas las actuales condiciones mundiales y, sobre todo, la intensa actividad desarrollada por China haciéndole la competencia, a pesar de ser un miembro activo.
Entre las acciones que justifican la actuación del FMI a raíz de la pandemia se encuentran algunas muy importantes, como el acuerdo para congelar el pago de intereses a los países pobres, logrado con la participación de China en la reunión del G-20.
Sin embargo, los datos indican que nos encontramos con la peor crisis de endeudamiento de muchos países desde 1980, y hasta ahora los apoyos se han visto frustrados o irrelevantes, lo cual se debe a varios factores, siendo el principal la negativa de China, intransigencia según el artículo, de ayudar a los países pobres. Adicionalmente, está la grave situación económica de países de ingreso medio, con la angustia de no poder crecer y, por lo tanto, pagar los intereses de sus gigantescas deudas, porque el FMI no ha logrado hasta ahora presentar un plan realista de rescate.
Los funcionarios del Fondo le están cargando las tintas a China como responsable de lo anterior. La señora Georgieva, máxima funcionaria del organismo, manifestó que dicho país debería tomar en consideración que su indiscutible liderazgo le obliga, con su riqueza, a tener una mayor responsabilidad.
Me parece que ni el FMI ni Estados Unidos, que han sido los prestamistas más importantes a todos los países desde la Segunda Guerra Mundial, han entendido que China ha aparecido en el concierto mundial y quiere convertirse en el referente en el tema a través de sus bancos, principalmente del banco central, el PBOC, porque ya no acepta, por ejemplo, que Estados Unidos tenga 17 derechos de voto en el Fondo y su país sólo siete.
Como muestra de lo que podríamos llamar la competencia que le está haciendo, tenemos que en 2021 China prestó a diversos países 40.5 mil millones de dólares, mientras que el FMI prestó 68.6 mil millones de dólares, es decir, China está reemplazado a Estados Unidos y al Fondo en el rescate de países endeudados, lo cual, ante la situación de debilidad económica general, indica que ese país actualmente es sin duda una superpotencia, con un esquema geopolítico de envergadura, utilizando para ello el programa emblemático del líder Xi Jinping llamado “Iniciativa de la Franja y la Ruta”.
Las críticas que hace occidente sobre esta política se refieren a que está imponiendo una deuda excesiva ligada a proyectos de infraestructura que conllevan la obligación de utilizar ingenieros, trabajadores y equipo provenientes de China, y que cobra tasas de interés relativamente altas por los créditos, principalmente los de emergencia, a los países de ingresos medios.
La realidad es que si el FMI no les presta, China sí lo hace, aunque seguramente muchos de estos países tendrán en el corto o mediano plazos que renegociar sus adeudos ante la imposibilidad de solventarlos en los términos establecidos. Hoy, muchos de ellos, sobre todo los más pobres, ya no pueden pagar ni al FMI ni a China y caerán en default.
Tiene que haber una nueva estructura de financiamiento a nivel mundial en el corto plazo, en la cual participen todos los involucrados, pero principalmente Estados Unidos, que ya perdió su hegemonía, y China. Si no, el futuro será sin duda de pesadilla.