El Palacio de Buckingham rehusó emplear a “inmigrantes de color o extranjeros” en puestos administrativos o de alto nivel al menos hasta finales de la década de 1960 y obtuvo exenciones a las leyes antidiscriminatorias, reveló el jueves el diario The Guardian.
El periódico estaba investigando sobre el uso del “consentimiento real” -procedimiento por el cual la reina debe aprobar cualquier legislación que afecte a sus prerrogativas o intereses antes de que sea debatida por los diputados- cuando descubrió que Buckingham había negociado cláusulas que eximían a la monarca y a la casa real de la ley antidiscriminación de 1968.
En un memorando de los archivos nacionales, un funcionario del ministerio del Interior relata cómo uno de los asesores más importantes de Isabel II, Lord Tryon, le dijo que el palacio no empleaba a personas de minorías étnicas en puestos administrativos.
Lord Tryon afirmó que el palacio daría su acuerdo al proyecto de ley contra la discriminación racial si tuviera exenciones similares a las del cuerpo diplomático, que podía rechazar a un candidato si había residido en el Reino Unido menos de cinco años.
Por el contrario, estaba permitido contratar a “personas de color para trabajos domésticos ordinarios”, según la nota. Incluso hoy, la reina y la casa real están oficialmente exentos de esta ley antidiscriminatoria.
Sin embargo, la respetan “en principio y en la práctica”, dijo el jueves a la AFP un portavoz del Palacio de Buckingham. “Esto se refleja en la diversidad, la inclusión y la dignidad” de las prácticas de la familia real, subrayó.
“Afirmaciones basadas en un relato de segunda mano sobre conversaciones que se remontan a hace más de 50 años no deben utilizarse para sacar conclusiones sobre cómo se hacen las cosas hoy”, añadió.
Esta noticia llega apenas unos meses después de que el príncipe Enrique, sexto en la línea sucesoria, y su esposa mestiza Meghan Markle acusaran a la familia real de racismo en una explosiva entrevista en la televisión estadounidense.
Los duques de Sussex afirmaron que un miembro no identificado de la familia real se había preocupado por el color de piel que tendrían sus hijos.
Su hermano, el príncipe Guillermo, llamado a ser rey, defendió la institución, asegurando que esta “no es una familia racista en absoluto”.