Alfa, la primera variante clasificada como de preocupación por su alto número de mutaciones, fue el producto de un intrincado proceso evolutivo que modificó al nuevo coronavirus para permitirle escapar con mayor facilidad de la inmunidad natural que se generó tras las primeras olas de contagios en todos los países del mundo.
Un grupo de investigadores de la Universidad de Londres y del Instituto de Biociencias Cuantitativas de San Francisco descubrieron que esta primera variante de preocupación desarrolló una mutación que le permitió aumentar la producción de una proteína antagonista capaz de anular las señales de “auxilio” o inmunoestimulantes de las células infectadas, lo que retrasa la respuesta del sistema inmune en comparación a la cepa original.
Estas primeras mutaciones se desarrollaron en linajes del SARS-CoV-2 que aún no habían sido expuestas a la vacunación masiva, por lo que se infiere que el mecanismo de evasión estaba dirigido a la inmunidad natural que el cuerpo adquiría luego de superar la infección inicial de este virus; sin embargo, la aparición de las dosis anti-Covid puso en ruta una nueva serie de modificaciones para hacerles frente.
Aunque la mayoría de los estudios se han centrado en las mutaciones alrededor de la proteína pico del coronavirus, que es la que permite que se adhiera a las células humanas, esta nueva investigación encontró que la efectividad de Alfa está ligada a cambios fuera de esta estructura y en regiones que también tienen un impacto importante en el comportamiento de este virus.
Nevan Krogan, autor principal del estudio, detalló que “el objetivo de todas las vacunas actuales está centrado en la proteína pico del coronavirus, pero esa es solo una de las muchas herramientas que el SARS-CoV-2 puede utilizar para infectar a su anfitrión”, por lo que se debe monitorear de cerca los cambios en otras estructuras y crear tratamientos para detener estos procesos.
El estudio también reveló que la mayoría de estas mutaciones extras se heredaron a las variantes Beta, Gamma, Delta y Ómicron, lo que podría explicar su éxito sobre otros linajes que tuvieron una evolución distinta o cuyas modificaciones se centraron en pocas estructuras del nuevo coronavirus.
FASE. Esta primera variante desarrolló una mutación que le permitió aumentar la producción de una proteína antagonista capaz de anular las señales inmunoestimulantes de las células infectadas.