Treinta y uno

26 de Enero de 2025

Rebeca Pal

Treinta y uno

REBECA-PAl-OK

Treinta y uno. Recuerdo la maldición que escuché hace 16 años, “a partir de los 15 todo se te pasa volando”. No hay cumpleaños, aniversario o año nuevo que no piense en esas palabras. A veces me asustan porque siento que cuando vuelva a querer analizarlas, tendré muchas arrugas, el pelo lleno de canas y, sobre todo, una vida vivida por detrás. Sí, los que me llevan leyendo desde el año pasado saben que soy una mujer de ciclos. Soy muy organizada y me gusta que todo tenga un inicio y un final. Así he ido acomodando mi vida desde que tengo memoria y una agenda en la bolsa.

Cada año ha sido una sorpresa; definitivamente uno no deja de aprender. Hoy hago cosas y me pongo en situaciones que antes eran impensables, me doy permiso para dormir más si es que así lo deseo, he roto la disciplina masoquista que me acompañó durante ocho años, tomo más vino, como más chocolate y soy más bohemia; prendo velas y me pongo de cabeza cada que puedo. Disfruto como enana de los discursos y las entrevistas de Nicolás Maduro, creo firmemente que ese hombre debió haber sido cómico, ¡es buenísimo! Ya no me castigo por no tener la grandiosa capacidad de recordar los nombres de personas y lugares, hice la paz con la dislexia: “Ya lo entendí. No es mi dislexia, es el mundo el que está al revés”.

Mi papá una vez me dijo “deseo que te conviertas en la persona que ya eres”, yo, como buena cebolla que soy, me sigo quitando las capas para descubrirme. Sé que el fondo será parecido a una parte de la superficie, pero tengo que verlo y necesito experimentarlo para comprender qué es lo que él ve en mí.

Miro a menudo el reflejo que encuentro en el espejo, no para verme, sino para observar e intentar descubrir algo nuevo. A veces me quiero convencer de que sólo son unas patas de gallo, pero sé que es más que eso, mucho más. Es aceptar otra etapa, aceptar a esa mujer madura que empieza a nacer de mí.

Una amiga escribió: “No hay nada más peligroso que una mujer que dice su edad, porque si dice eso, es capaz de decir cualquier cosa”. El 28 de noviembre, al soplar las velas, diré treinta y uno en voz alta, para romper la inseguridad comprada que la mercadotecnia ha inculcado en las mujeres por ser mujeres. Lo diré en alto para recordarme que soy valiente y que si puedo decir treinta y uno, también soy capaz de decir “no”, “hasta aquí”, “eso no lo permito”.

Este año aprendí que en la quietud y en el silencio hay poder, que cuando pausas encuentras otras cosas en el vacío y que no tienes que pelear por quien eres, más bien tienes que luchar para no dejar de ser.

Estoy por dar a luz a una nueva mujer. El 28 de noviembre la conoceré. Su nombre es, como siempre, Rebeca y tiene treinta y una experiencias encima.