Podemos ver la dignidad como una copa de cristal cortado que, por decisiones y actitudes, llegamos a comprometer hasta quebrarla y, como consecuencia, rompemos las relaciones afectivas. Hay una delgada línea que, si la cruzamos, nos lleva a extremos en los cuales nuestros límites morales se debilitan y creemos que mientras sea por amor o ego (disfrazado de amor) todo es válido. “El amor y la dignidad son dos corrientes en un océano convulso, en el cual incluso el marinero más experimentado puede perder el rumbo”.
El orgullo y la dignidad
El orgullo y la dignidad son dos dimensiones psicológicas que interactúan de forma constante en las relaciones afectivas y, por lo mismo, suelen confundirse. Todos hemos escuchado que el orgullo alimenta el ego y la dignidad al espíritu; son opuestos que siempre se han visto confrontados.
El orgullo es considerado enemigo del amor propio, sin embargo, es más que eso. Es un arquitecto que alza barreras e hilvana alambradas en las relaciones, se alimenta de la arrogancia y ama jugar el papel de víctima. Todos estos actos destructivos esconden la baja autoestima, miedos e inseguridades que hay detrás.
La dignidad busca el respeto por uno mismo y por los demás. El amor propio adquiere un máximo sentido porque la persona se alimenta de él para protegerse sin dañar a otros. Pone límites para evitar daños colaterales sin descuidar jamás la propia autoestima. El amor sano no tiene cupo para tormentos ni sumisiones, por eso la dignidad tiene un precio muy alto.
Relaciones: los sacrificios tienen un límite, se llama dignidad.
- Si no percibes cariño y respeto, no lo pidas ni esperes sentado a que llegue. Aceptar que ya no somos queridos es un acto de valentía que, a la larga, nos salvará de situaciones destructivas.
- Si no estás dispuesto(a) a entregarte con el corazón y la dignidad en alto, no lo hagas. Si no crees poder convertirte en un artesano del respeto ni renunciar a los juegos del poder o dejar de exigir sacrificios irracionales, no entres en una relación. Eres una persona tóxica y no estás preparada. Compartes y amas cuando te conviene, provocando daño a ti mismo y a los demás. Este tipo de personas tienen pánico a la soledad porque, en el fondo, saben quiénes son y no soportan estar con ellos mismos.
La dignidad es el reconocimiento de que merecemos algo mejor, porque lo valemos. Es el recordatorio constante de que no queremos una vida con carencias, relaciones controladoras ni tóxicas que atenten contra nuestra autoestima. Ejemplos:
- Si no comulgas con tu jefe, su estilo de vida o forma de trabajar, renuncia. Es indigno que tengas que ser hipócrita para recibir dinero, mantener tus intereses y quedar bien. Yo le llamo prostitución.
- Si estás peleado con tu expareja aprende a cerrar el ciclo y a seguir adelante. Es más digno estar con uno mismo que de arrastrada(o) recogiendo las migajas de un amor no correspondido. Una buena autoestima no permitiría que, por orgullo, permanezcas en donde no te quieren o te rechazan.
Se piensa que es terrible ser abandonados por la persona en la que hemos depositado nuestro afecto. Error. Lo peor que nos podría pasar es perdernos a nosotros mismos por haber amado a quien no nos quiso.
Nunca debemos rebajarnos por satisfacer intereses ajenos. El amor tiene un límite y se llama dignidad.