La corrupción tiene la función de vulnerar los principios normativos de la conducta. La persona corrupta, siempre buscará la oportunidad de violar la ley, las tradiciones, convenciones sociales y los sentimientos nobles de la sociedad.
El filósofo, Thomas Hobbes, manifestó en su tiempo que “el hombre es un lobo para el hombre”, por la maldad interior que posee. El hombre corrupto, por naturaleza, es malo y perverso. El antropólogo, Marvin Harris, también señaló: “Somos la especie más peligrosa del mundo, no porque tengamos los dientes más grandes, las garras más afiladas, los aguijones más venenosos o la piel más gruesa, sino porque sabemos cómo proveernos de instrumentos de malignidad que cumplen las funciones de dientes, garras, aguijones y piel en nuestra adaptación cultural.
¿Cuáles son las características de una persona corrupta?
El sujeto corrupto es deshonesto, desvergonzado, agresivo, inmoral y, sobre todo, cobarde. La conducta está manipulada por la codicia, por eso ésta siempre deriva en actos de: estafa, robo, engaño, la apropiación de bienes ajenos (de la sociedad y del Estado), falsificación de documentos, mentiras y más.
Lo deprimente es que estamos rodeados de éste tipo de personas, las podemos encontrar en las cooperativas, en las profesiones, en los partidos políticos, en las organizaciones deportivas, en las empresas privadas y en las instituciones religiosas. Son aquellos o aquellas (recordemos que la corrupción es como el VIH, no respeta edad, religión, posición económica ni género) que corrompen a otros, sobornan y siempre están dispuestos a pagar por la ilegalidad.
La corrupción política compromete el funcionamiento del Estado, influye en la relación entre gobernantes y gobernados y crea desconfianza. Cuando las instituciones públicas no tienen credibilidad, tampoco la tienen sus representantes. El mejor aliado de la corrupción es la impunidad y la ausencia de instrumentos de control en las modalidades de criminalidad.
La corrupción está en todos nosotros.
Tenemos que entender que lo que hay que penalizar es la acción. Robar cinco pesos o un millón es lo mismo. La cantidad no es lo que importa, sino la acción. ¿Cuántas veces no nos hemos quedado con el cambio sin regresarlo a las manos correctas? ¿Cuántas veces hemos pagados a un compañero para que nos haga la tarea? ¿Cuántas veces hemos intentado ganarnos al profesor para pasar la materia? ¿Cuántas veces nos hemos saltado un alto? ¿Cuántas veces hemos intentado evadir impuestos? ¿Cuántas veces hemos explotado a quienes trabajan para nosotros por no tener la misma educación o rango social? ¿Cuántas veces hemos dicho “es un naco” por el color de piel y no por la educación (Yo conozco a varios “nacos” de piel blanca y ojos claros)? Por eso la acción es tan importante, porque ahí es cuando se deforma nuestra conciencia y nos convertimos en corruptos. La corrupción empieza en casa, somos lo que hemos mamado.
Hay que luchar contra la corrupción porque el hombre es imperfecto pero perfectible. Las únicas herramientas que podemos utilizar para exorcizarnos de la corrupción son la integridad y la nobleza.
Justificar la malas acciones nos condena a fracasar en la evolución de una mejor sociedad. Si no queremos candidatos corruptos, no seamos corruptos porque al final tendremos lo que merecemos. Nuestros gobernantes son sólo un reflejo de la sociedad.
“El ciudadano corrupto es una bestia perteneciente al inframundo, que niega la luz de la virtud y la verdad” Aristóteles.