Hoy en día vivimos en un estado de tensión continuo, en donde el estrés y la rapidez son los protagonista en nuestras vidas. Esto no nos permite desprendernos del tiempo que estamos en hiperactividad, lo que nos conduce a una falta de comunicación con nosotros mismos; nos desconocemos y no entendemos qué es lo que realmente necesitamos a nivel físico y mental. Cuando se da esa falta de comunicación, nuestra mente, nuestro cuerpo y nuestro espíritu entran en conflicto porque pasamos de un estado de ignorancia a un estado de sufrimiento, en donde los trastornos psicológicos y físicos cobran fuerza.
Empecemos por lo primero, ¿qué es la salud? La definición de la OMS es la siguiente: “La salud es un estado de bienestar físico, mental y social, con capacidad de funcionamiento, y no sólo la ausencia de afecciones o enfermedades.” No olvidemos que somos seres biopsicosociales y la salud no sólo abarca lo físico.
¿A qué voy con todo esto? Desde hace unos meses mi vida ha hecho varios giros de 180º. En un principio creí que sería capaz de manejarlo sin secuelas, pero me equivoqué. Noté que el estrés me perseguía hasta en mis sueños y la calidad de vida bajó notablemente. Perdí interés en cosas que antes me emocionaban y comencé a vivir una vida en “planitud” y no en plenitud. Sentirse mal con uno mismo es como tener una astilla en la planta de la mano. Puede que no la veas pero sabes que está ahí enterrada, te duele y te tiene gastando energía pensando en cómo la sacarás para que te dejé de molestar. Estaba tensionada y pasaba mis días pensando en todas las astillas que estaban enterradas en la palma de mi mano.
Me había inscrito en un gimnasio que está muy cerca de donde vivía en México. Estaba dispuesta a hacer todo lo posible para realizar la operación bikini (viene verano y como todos sabemos los niños, los borrachos y los leggins de mayo siempre dicen la verdad). Compré un paquete de ocho clases al mes y probé la clase de TRX (tortura china para mí). Falté a una clase y tenía que reponerla, así que como ya se me acababa el mes y las opciones de clases y horarios también, decidí probar la clase de yoga. ¿Qué pasó? Después de esa clase estuve adolorida por una semana, no me podía mover, así que mandé al diablo el TRX y cambié la operación bikini por la operación om, namasté y zen.
Con el tiempo comencé a notar cambios que poco o poco fueron cosechando frutos en mí y que no dejan de sorprenderme. Se los digo ahora que estoy viviendo en un país extranjero, en el cual todavía no puedo trabajar hasta que me den mis papeles y los permisos correspondientes, y puede que eso ocurra hasta agosto o septiembre. No sé qué voy a hacer ahora y, sin embargo, estoy en paz. Logré encontrar un paréntesis que me da alivio cuando estoy rodeada de inseguridad y cuando el caos quiere entrar en mi mente y confundirme.
Como sé que muchos son de “hasta no ver no creer”, recolecté información que puede ser útil para cambiar algunos puntos de vista.
El yoga para muchos, más que un ejercicio, es un estilo de vida que busca el equilibrio y el bienestar. La práctica se convierte en un agente de transformación porque da cabida a cambios profundo en nuestra salud. Es visto como salud preventiva porque estimula los procesos metabólicos y anabólicos, mejora la circulación de la sangre, de la energía y oxigena el cuerpo. No sólo tiene beneficios fisiológicos, también produce bienestar a nivel emocional; es una actividad que ayuda a desconectar con todo aquello que nos produce ansiedad y estrés.
Continuará…