Alice Proujansky y Cora Currier
Las mujeres y los niños de Centroamérica comenzaron a llegar a la frontera entre México y Estados Unidos en cifras sin precedentes durante el verano de 2014. Refiriéndose a la “apremiante situación humanitaria”, el presidente Barack Obama pidió al Congreso que construyera nuevos centros de detención e incrementará la vigilancia de las fronteras, pues decenas de miles de niños no acompañados fueron detenidos por funcionarios de inmigración estadunidense.
La violencia de las pandillas, los secuestros y la extorsión que expulsaron a las familias que huían del Triángulo Norte, que comprende a El Salvador, Honduras y Guatemala, no han cesado.
›Mujeres centroamericanas acompañadas de sus hijos, se aventuran por nuevas rutas y peligros en su camino para cruzar México y llegar a Estados Unidos entre la poca recepción en albergues y la amenaza de grupos criminales locales. “Describían el hecho de irse como si se tratara de un paseo, porque no querían que nadie lo supiera”, relata la fotógrafa.
El área tiene la mayor tasa de asesinatos en el mundo fuera de una zona de guerra y la gente sigue viniendo a México, sólo que ahora, como documenta la fotógrafa Alice Proujansky, se aventuran por nuevas rutas y peligros. Entre 2014 y el verano de 2016, México detuvo a 425 mil migrantes, según estadísticas gubernamentales de la Oficina Washington para América Latina y en ese mismo lapso, dos mil 900 personas recibieron asilo.
El año pasado hubo ocho mil 700 solicitudes, aunque dos mil 800 recibieron protección. Con la administración Trump distanciada de México, no está claro qué pasará con el apoyo estadounidense a la iniciativa de la frontera sur. Proujansky, quien se ha enfocado durante mucho tiempo en las familias, dijo que para las mujeres que entrevistó, la motivación para irse era inmediata y terrible: “Las mujeres no se preocupaban hacia a dónde iban, no hacían planes (...) cualquier intento por disuadir a la gente para tratar de llegar a México no funcionaría porque la gente habían recibido amenazas de matar a sus hijos”. Entonces, la pregunta era: “¿Qué harías para mantener a tus hijos vivos?” Y la respuesta fue: “Cualquier cosa”.