CHAPECÓ, Brasil.- Chapecó enmudeció en la madrugada del miércoles cuando las campanas de su Catedral le recordaron que a esa misma hora hace un año comenzaba la peor pesadilla de su historia: el accidente que le arrancó a su equipo del alma. En un rincón de un templo abarrotado y del verde y blanco del equipo, María Inés Muniz no podía contener las lágrimas. “No tengo palabras. Chapecó se ha recuperado un poco pero nunca volverá a estar al 100% porque fue una tragedia muy triste para mucha gente”, contó con los ojos enrojecidos. Como ella, muchos rompieron a llorar al escuchar las campanas. Antes, una marcha silenciosa había recorrido la ciudad desde el estadio con familiares de varias de las víctimas presentes y portando camisetas con las caras de sus seres queridos sin poder contener la emoción. Una guitarra tocaba el “Vamos, vamos, Chape” y varios grupos se abrazaban entre lágrimas antes de la intervención del obispo. Allí estaba el alcalde, Luciano Buligon, como uno más. “Es un momento en el que celebramos sus vidas. Ese ha sido el sentimiento de Chapecó a lo largo del año. Cambió el sentimiento de profunda tristeza por el de nostalgia, de reconocimiento, de que sus vidas tienen que ser exaltadas”, dijo a la AFP. “Medellín nos entregó la fuerza que necesitábamos para seguir. A partir de esa fuerza el mundo entero también nos entregó la suya. Dios escogió a Medellín y a Chapecó para dar un recado al mundo y ese recado fue de amor, de solidaridad, de dolor, de amarse más, y es por ese sentimiento tan noble por el que estamos hoy aquí", añadió.
#FUTBOL Recuerdan el verde y blanco del @ChapecoenseReal a un año de la tragedia que enluto al deporte mundial https://t.co/mWcjZRmdZF pic.twitter.com/C2Wr1r71Mp
— EjeCentral (@EjeCentral) 29 de noviembre de 2017
Lágrimas en el estadio
Con un ramo de flores blanco presidiendo un gramado de luto y su hinchada cantándole al cielo, Chapecó se abrazó a la noche para recordar el peor momento de su historia, el que le arrebató hace un año a sus “eternos campeones” cuando iban a traerles su sueño. “Nostalgia. Para siempre en nuestra historia, eternamente en nuestros corazones”, rezaba un cartel a la entrada del estadio al que hace justo doce meses empezaron a acudir sus hinchas desesperados. Caía una lluvia rabiosa en Chapecó cuando los medios comenzaron a informar de lo que parecía una pesadilla: el avión del equipo se había estrellado en las montañas de Medellín, donde le aguardaba el Atlético Nacional para disputar la final de la Copa Sudamericana. Murieron setenta y una personas, entre ellas 19 jugadores, 14 miembros de la comisión técnica y nueve directivos del Chapecoense. Solo seis ocupantes sobrevivieron: una azafata, un técnico de aviación, un periodista y tres jugadores. “Fue el día más triste de la historia de Chapecó, no hay cómo explicarlo. Es muy emocionante recodarlo”, cuenta con la voz entrecortada Miriam Macari, una gerente de 27 años que no había sido capaz de volver al estadio desde el accidente. Tras un año haciendo equilibrios entre el dolor, la nostalgia y la necesidad de seguir adelante, el club decidió no realizar ningún acto por “respeto a quien quedó y respeto por los buenos recuerdos”, pero abrió las puertas de su casa.
Pétalos en el cielo
Los homenajes comenzaron, sin embargo, horas antes en Colombia, con dos helicópteros de la Fuerza Aérea dejando caer pétalos en la plaza central de La Unión, cerca de la montaña donde el Chapecoense encontró la muerte camino a la gloria. “La gloria estaba cerca (...) la tragedia apagó ese sueño”, afirmó Andrés Botero, presidente de Nacional. El actual campeón del fútbol colombiano, que cedió al Chapecoense el trofeo de la Sudamericana 2016, organizó el homenaje, que también incluyó un minuto de silencio. Mientras los helicópteros dejaban caer los pétalos fueron leídos los nombres de las víctimas, que quedaron inmortalizados en una placa desvelada para la ocasión. “Nunca los olvidaremos”, dijo Botero, quien anunció que se dedicará un mural en el estadio Atanasio Girardot, donde se iba a disputar la final. [gallery ids="814420,814419,814418,814417,814416,814415"]
Cenizas en el cerro
Tras el homenaje en La Unión se realizó una misa en el cerro que ahora lleva el nombre del Chapecoense. Un altar fue levantado en el lugar donde quedó el fuselaje. Dos cruces de madera dominaban la vista de decenas de asistentes, muchos de ellos con la camiseta de Nacional. A los pies de la cruz una familia lloraba. Los padres de Silsa Arias, la copiloto boliviana fallecida en la tragedia, viajaron desde Bolivia para despedir a su hija. “Hemos venido a darle un abrazo y decirle que procuraremos continuar sin ella. Y trajimos un poco de sus cenizas y las esparcimos (en el cerro), unas imágenes que seguramente les mostraré a sus (dos) hijos cuando comiencen a hacer más preguntas”, dijo a AFP Jorge, su padre. En la montaña, Luis Albeiro Valencia, de 53 años, levantó en su pequeña finca el único monumento que recuerda en La Unión lo ocurrido hace un año. En lo alto de un palo está una réplica en madera del avión a pequeña escala junto a dos columnas de ladrillo, una de ellas coronada con las llantas del tren de aterrizaje y la otra, con un balón apenas inflado. “Esto es para recordar, para que no los olviden, porque con el tiempo seguramente todos se olvidarán de ese morro”, dijo a la AFP este agricultor.