Suenan los tambores de guerra en varias partes del mundo, y, aunque estamos lejos de los países en conflicto, podríamos salir afectados, dado el potencial bélico de varios de ellos.
La revista digital Sin Permiso publicó una serie de artículos sobre el tema que creo conveniente compartir, dado que estamos experimentando una situación de gravedad sin precedentes desde el término de la Segunda Guerra Mundial.
Quizás la mejor manera de saber que el peligro se está incrementando es el famoso anuncio del mes pasado del canciller alemán Scholtz y su ministro de defensa Pistorius, quien, usando la palabra alemana Zeitenwende, que podemos traducir como la transición a un nuevo tiempo o una transición histórica, al inaugurar una fábrica de munición de la empresa Rheinmetall declaró abiertamente la necesidad de rearmar al ejército alemán para estar preparados ante un eventual conflicto con Rusia. El ministro alemán ha avalado dicha posibilidad para nada menos que el próximo año.
Hay un gran revuelo en Alemania y muchos políticos están interviniendo para calmar a la gente y decirles que no queda más remedio que destinar recursos cuantiosos y estar en posibilidad, no de equiparar fuerzas con los rusos, sino al menos demostrar que están decididos a hacerlo, incluso con la fabricación de armas nucleares.
El clima de guerra se intensificó con unas declaraciones del siniestro Donald Trump, quien expresó hace unos días que “animaría a Rusia a hacer lo que le diera la gana a cualquier país de la OTAN que no pagara las facturas.”
Ya que, según su opinión, Estados Unidos es el principal contribuyente de la OTAN y muchos países europeos miembros no están pagando la cuota que les corresponde. Además, ha logrado con los miembros de su partido el bloqueo de 66 mil millones de dólares de apoyo a Ucrania, que, según hemos leído, está perdiendo la guerra por no contar con suficientes armas.
A eso hay que agregarle las declaraciones de la subsecretaria de defensa de Estados Unidos, Kathleen H. Hicks, quien ha dicho que el objetivo no es necesariamente prepararse para luchar en una guerra con China, sino disuadir de que estalle demostrando credibilidad en la capacidad de ganar, si se tiene que luchar.
Las más felices con esta locura del armamentismo son las empresas privadas. Durante la Segunda Guerra Mundial, el gobierno estadounidense fabricaba el 90% del armamento que se utilizó; ahora resulta que más del 80% es fabricado por empresas privadas.
Los países europeos están gastando ahora 380 mil millones de dólares en defensa, cuando en 2014 invertían 230 mil millones, y muy orondos declaran que impulsarán su industria de defensa, como hicieron con las vacunas, sobre todo para no seguir comprándole a los estadounidenses.
Estados Unidos no puede abastecer todo lo que están demandando la guerra de Ucrania y la invasión israelí en Gaza; situación a la que hay que agregar, según los expertos, la posible invasión de China a Taiwán, donde sin duda se involucrarían Rusia y Corea del Norte apoyando a China.
También se menciona en Sin Permiso el tema de minerales críticos necesarios para la fabricación de armamento, poniendo de ejemplo que China controla el 80% de las baterías de iones de litio necesarias incluso para los fabricantes estadounidenses, que dependen del suministro chino.
Los habitantes de este planeta estamos hoy expuestos a una posible conflagración, o varias en diferentes partes del mundo, que involucre a las grandes potencias nucleares, lo que repercutiría en el bienestar general, ya que la demanda creciente de recursos para armamento afectará la atención a las necesidades más urgentes de la población.
Hoy, más que nunca desde la Segunda Guerra Mundial, se requiere altura de miras de los dirigentes políticos de todos los países, ya que de una forma u otra, seríamos afectados.
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