Nos está llevando el carajo y no somos para darnos cuenta de la gravedad de la situación. Como un coronavirus que podemos traer dentro y que no reconocemos hasta que se nos manifiesta tiempo después, estamos, mexicanos, enfermos y aún no nos percatamos del lío en el que estamos.
Ejemplos hay muchos. A consulta de mano alzada, se canceló la obra pública más importante del país: el nuevo aeropuerto. Asimismo, el nuevo gobierno decidió no permitir que fuera construida esa obra con capital 100% privado y decidió crear para ello, una deuda pública gigantesca que pagaremos por generaciones, para después, comenzar una obra carísima y sin sustento técnico alguno, en la base militar de Santa Lucía, para construir ahí, una obra que ninguna aerolínea internacional quiere utilizar y que nos quedará a todos, a un par de horas en distancia.
También, se decidió enviar el avión presidencial, a ser guardado en un estacionamiento que es tan costoso, que nos saldría más barato estarlo utilizando para lo que fue comprado (cada vez que el Presidente vuela por líneas comerciales, implica cientos de miles de pesos) que esta ridiculez de rifarlo para atender problemas médicos para lo cual hay prespuesto de sobra, y sepa para qué lo han —desviado—, utilizado (somos la 14va. economía más importante del mundo).
¿Más? Por ejemplo, de forma ilegal y con trampas chamucas, se impuso en el Senado a la Presidente Piedra, de la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Esa misma persona que calla hoy, ante todos los abusos y malos tratos que México realiza contra los migrantes que huyen de sus países donde son perseguidos y asesinados y solo que buscan, una nueva oportunidad de vida. ¿Esa es nuestra izquierda?
¿Más? Los problemas de salud pública están fuera de control. Los edificios no sirven. No hay rampas ni elevadores ni aparatos de diagnóstico. No hay batas limpias ni jeringas nuevas ni máscaras de oxígeno ni desechables ni medicamento para la población más vulnerable (como niños con cáncer, y eso que no estamos hablando ya de la investigación médica que se ha quedado sin un centavo y por la cual éramos sumamente reconocidos como país), porque les recortaron el presupuesto y porque creen que manejar un medicamento especializado con oxigenación y temperatura controlada, la puede repartir una empresa refresquera o panadera.
En fin, si enlistara todo lo que están haciendo mal, no terminaría. Todos queremos que las cosas se hagan bien, sin corrupción y con EFICIENCIA (no sólo ahorros). Y así se me presenta una nueva fregadera: el caso contra el académico Sergio Aguayo.
Se trata de un atentado contra la libertad de expresión en este país donde los más valientes, sin anonimatos, salen a dar la cara y el cuerpo y el alma para criticar, denunciar y opinar. No es tema simple. Nuestra democracia se basa en la libertad.
Así que nada vale decir que es culpa de los gobiernos anteriores, porque muchos hemos sufrido en carne propia “el cambio”.
Esto, sépanlo, es un atentado contra todos. Hemos sido perseguidos, amenazados, amedrentados y acosados. Pero sepan también algo: los que somos liberales porque creemos en la libertad como valor máximo de un arquitecto o de un destino, no nos callaremos nunca. Nunca, Sergio Aguayo, nunca.