Estaban en una de las terrazas más exclusivas de la ciudad, en un piso muy elevado, en el corazón de la colonia Roma, cuando recibió el último mensaje de texto. Nadie de los presentes se lo podía creer, pero ella estaba convencida de que aquello era su misión, su razón de ser, una manera de reivindicación.
No se lo ha confesado a nadie, pero los libros que no comparte y el mundo digital actual en el que se desfoga, la han hecho sentirse culpable de sus privilegios: se sabe burguesa como una mujer heterosexual, blanca, de clase media, con educación y hasta posgrado. Ha tenido un par de relaciones de largo plazo, pero nunca se ha casado ni ha llegado a cohabitar con otra persona. Se dedica, por cierto, a la academia.
A él le conoció por redes sociales. Lo considera un hombre guapo, la verdad. De hecho, nunca habría pensado que podría enamorarse de alguien con sus facciones tan características, que lo mismo parece un cachorro que un psicópata. Pero así es la vida. Total, que se llama Héctor, es bajito y tiene un corazón enorme o eso le ha hecho creer, pues se supone que es un actor de teatro que, en su tiempo libre hace páginas web y ayuda a la gente en sus misiones humanitarias.
El mensaje decía: “Necesito de tu ayuda, me han apresado y no contesta ni mi embajada”. Claro, frontal, directo, como es él. Porque llevan algunas semanas intercambiando mensajes por redes sociales y siempre ha sido igual: claro, al decirle que le gusta, frontal al decirle que, aunque es bastante más joven que ella, quiere una relación física y personal. Y eso también lo encuentra directo.
En sus múltiples chats le ha contado lo que harían juntos: de viajar por la costa tomados de la mano al tema sexual, al humanitario. Casi han explorado todos los ápices por la vía virtual y a eso ella le ha encantado. Máxime que dice que realmente se preocupa por la humanidad, por la gente, por los desvalidos. No es por nada, pero ella ama que dedique su tiempo a las causas más nobles y desinteresadas.
En un par de ocasiones, le ha enviado depósitos pequeños para ayudarle a cubrir el costo de algunos medicamentos para niñas en el Líbano o para unas becas de teatro en Marruecos u otras cosas de párvulas en Argelia o Nigeria, desde donde siempre le escribe con frecuencia. Pero ahora la cosa es distinta, pues le avisó con tiempo, hace poco más de una semana, que iría a su misión más peligrosa: auxiliar a los más desamparados en Zambia.
Entonces recibió el mensaje en la terraza donde le pide ayuda y le comenta que está preso y que realmente necesita de su socorro. Luego le escribe un supuesto viejo guardia de prisión con graves errores ortográficos. Ese personaje le ha pedido un depósito de 30 mil dólares para liberar a su “pareja” con sobornos a la autoridad local.
Ella transfiere todos sus ahorros para el retiro y luego pide al vecino viudo una buena cantidad prestada para completar. Pobre, no sabe que ha sido otra víctima más del grooming de redes sociales.
Ese es un negocio bien pensado, bien planeado, con grandes call centers dedicados a defraudar a gente ilusa, enamorada, creyente. Alguien les embelesa, luego alguien más les construye una historia congruente, luego, alguien cierra el trato solicitando la transferencia por un accidente grave o para que le liberen de alguna prisión.
Y pues eso, a tener mucho cuidado que se aprovechan de que el mundo nuevo está lleno y a la vez, muy vacío.