Los tibios

7 de Septiembre de 2024

J. S Zolliker
J. S Zolliker

Los tibios

js zolliker

Estaba tan harto de todo, que pidió el viernes como día personal y temprano encaminó su auto rumbo a Puebla; bien a bien no sabía lo que tenía, pero estaba cierto que necesitaba unos días fuera de la ciudad para “cambiar de aires”.

Después de instalarse en el hotel, caminó al zócalo y compró un periódico en cuya portada lucía el ahora Rey Carlos III del Reino Unido. Ahí, al lado, se sentó a beber una cerveza en un lugar llamado la Barra Castiza, sobre la calle 16 de septiembre. Pronto comenzó a sentirse aburrido y desganado. Hojeó el diario sin atención varias veces y luego, insatisfecho de ánimos, pagó su adeudo y decidió buscar dónde comer.

Así fue como dio con un restaurante que mostraba en su patio central una escultura que le removió las entrañas. No sabría explicarlo, pero necesitaba ver más obras de aquel creador. Entonces, en lugar de pedir una mesa, ordenó un taxi y fue al museo regional de Cholula, donde le dijeron que estaba una exposición del mentado artista plástico.

Aquella experiencia sensorial titulada “INRI”, le aclaró la mente. Porque no venía del uso católico sino del místico, alquímico, iniciático: Ignes Natura Renovatur Integra o la naturaleza se renueva integra por el fuego. Y entonces todo le hizo sentido. Su ansiedad, su apatía, su malestar, era causado por esa falta de renovación generacional, aquello era lo que le estaba apagando el fuego interno.

Vio de nuevo la portada del diario que cargaba bajo el brazo y notó que precisamente por eso, porque se identificaba con el tal Carlos, es que le había llamado la atención comprarlo (nunca le había interesado la monarquía inglesa). “Somos una generación sándwich”, pensó. Quienes nos anteceden, están viviendo más años que antes y no quieren soltar el poder. No entrenan ni preparan a los relevos y peor, nos han dejado un mundo destruido, confundido e indefinido, con los polos tergiversados y comenzado a ceder por los extremos.

Eso explica que el presidente de México o los de Estados Unidos de Norteamérica o de tantos otros países más, sean personas de edad avanzada. Y eso pasa también en los hospitales, en la academia, en las editoriales, en las empresas, entre los intelectuales y hasta en las familias reales: Carlos, hasta los 73 años, se convirtió en la persona de mayor edad en acceder al trono británico tras la muerte de su madre, la reina Isabel II, en el 2022. Estuvo tras bambalinas la mejor y más productiva etapa de su vida y ahora, ya nada puede hacer para cambiar la inercia. Se le negó la oportunidad de hacer algo relevante y ahora, heredado un chiquero, sólo puede ponerse a intentar preparar a los que algún día, pronto, habrán de reemplazarle.

A la generación de sus padres, los prepararon los anteriores con tiempo y los fueron dejando al mando poco a poco. ¿Por qué, entonces, ellos se aferraron demasiado tiempo? “Somos la generación perdida”, piensa. Por eso, ahora los radicales y fanáticos están ganando el poder: porque se los permitieron siendo tibios. “Ese es el peor pecado cometido: no defender lo logrado y ceder por no soltar”, medita. “Al ser inclusivos y tolerantes con los intolerantes, han logrado que aquellos se fortalezcan y ahora, pongan en riesgo la existencia misma de los tolerantes y del mundo tal y como lo conocemos”. Qué paradoja.

¿Qué hacer ahora? ¿Aún hay esperanza de tomar las riendas? ¿De arrebatarlas y corregirlas? ¿O será como querer conducir cuando el chofer nunca te enseñó a manejar el auto? ¿Sería un desastre anunciado? ¿Acaso todo está ya perdido?

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