Quedaron de jugar en un campo muy exclusivo, en un paraíso de playa, lejos de los bullicios, de los ojos curiosos y los periodistas de ocasión, máxime porque el golf es un deporte del que no gusta el actual presidente. Además, si algún rumor se extendía era más fácil negarlo aduciendo que se encontraba de vacaciones familiares, ya que después de muchos años de servicio, acababa de renunciar a uno de los más importantes cargos del erario.
El presidente del partido por su parte, llegó temprano. Delgado físicamente, siempre anda bien fajado y ataviado para cada situación y esta no fue la excepción: pantalones spandex nike negros, una camisa de golf a juego, un guante y gorra recién estrenados. Después de los saludos e intercambios de rigor, se pusieron en marcha con todo el séquito de guaruras, y hasta particulares que tan importantes dignidades merecen.
Posteriormente, el presidente del partido salió del tee inicial con un golpe sobresaliente: –Cuando me había estrenado como secretario de finanzas, me invitó a jugar el gobernador Herrera. Quería que lo ayudara con algunos temas pero que iban contra lo que quería Marcelo. Me dijo entonces algo que no se me va a olvidar nunca: “Mi amigo, el golf es como la política porque gana el que tiene que echar menos tiros”. Ante tan clara amenaza por su fama de pistolero, tuve que perder como todo un caballero y hasta le donó la ciudad dinero para su estado– dijo después de soltar una carcajada que logró contagiar a su abogado interlocutor, quien normalmente, es un hombre más serio.
–No se preocupe –le contestó el jurista –conmigo jugamos a ganar y sin armas. ¿Qué le parece una apuesta, algo que realmente duela?
–¿Cómo qué? –preguntó intrigado.
–Si le gano, usted me ayuda a convertirme el secretario de gobernación de Claudia. Y si usted gana, yo no le estorbo y le ayudaré a lograrlo.
–¡Perfecto! – dijo el presidente del partido, –nomás luego no se me raje, querido Ministro.
–Dígame doctor, por favor, que ya ministro no soy.
Ambos personajes iban jugando concentrados, casi sin contar chistes ni convivir pues la competencia era fiera. Al llegar al hoyo 18, se dieron cuenta de que iban empatados, lo cual era casi inaudito. Ambos salieron bien, pero en el segundo tiro, el presidente del partido se fue hacia el rough, un área donde se suelen extraviar bolas de golf y perder los torneos, motivo por el cual, el jurista, con caballerosidad dignataria, fue a ayudarle a su contrincante a buscar la mentada pelota. Sin embargo, después de un par de minutos, el presidente del partido le dijo: –Doctor no le quiero desconcentrar de su juego. Vaya y tire y seguimos buscando unos minutos, si no la encuentro, saco una nueva con el consiguiente castigo y me habrá ganado con la reconocida humildad y honor que le distinguen.
El exministro asintió, volvió a su juego, tiró y logró quedar cerca del green, pero ahí fue cuando escuchó que el delgado político gritó con emoción que había encontrado la bola perdida y entonces realizó un tiro fenomenal, que quedó a unos cuantos centímetros del hoyo, lo que le aseguró ganar la apuesta por diferencia apenas de un tiro.
Cuando el presidente del partido quiso que el jurista firmara para “dejar constancia”, el ex ministro, con el rostro serio, le arrebató la tarjeta y le sumó dos tiros de penalización.
–¿No estará insinuando que hice fraude y jugué con una pelota sustituta? – le espetó con los ojos saltones.
–Por supuesto que sí, usted hizo trampa– dijo y luego esbozó una sonrisa cínica pero contenida y de la bolsa de su pantalón, sacó la pelota perdida y agregó: –Ahora que ya sabemos de qué madera estamos hechos los dos, mejor nos hacemos amigos, pedimos unos tequilas y de pasada, brindemos por la unidad nacional de Morena.