No bebe alcohol. No le gusta y le parece que sus efectos son indeseables. Es sumamente disciplinado. Consume sólo alimentos no procesados y apenas algunos días al mes, come carnes y lácteos. Se ejercita dos veces al día, bebe dos litros de agua y tiene dos monitores. Es autista funcional y autodidacta. Desde hace años renunció a la educación formal y se mantiene solo.
Trabaja por encargos y vive con lo estrictamente necesario. Todo lo que le sobra lo invierte en la bolsa, en NFT y criptomonedas y a su corta edad tiene más recursos que 90% de la población mexicana.
No posee ni Facebook ni Instragram ni TikTok. Eso sí, todos los días consulta foros y canales de IRC con distintas herramientas y medios virtuales para que no lo puedan rastrear y poder proteger su identidad.
Por esos medios, es como se comunica con sus contrapartes y clientes. Y aunque tiene varios usernames, nadie conoce su verdadero nombre y es parte de un colectivo de personas con perfiles similares a los que nunca ha visto en persona.
Los periodistas les llaman hacktivistas (que viene de la combinación de las palabras hackers y activistas), aunque ellos en realidad ni se consideran un grupo ni tienen jerarquías ni se encuentran consolidados bajo algún liderazgo ni defienden una agenda común, salvo que se conozca la verdad a cualquier costo.
Consideran que están luchando en una guerra contra el secreto de los gobiernos y que lo hacen protestando coordinadamente, utilizando la tecnología que tienen al alcance y que entienden mejor que nadie.
La mayoría de las veces, la forma en que actúan es la siguiente: alguno de los usuarios lanza una convocatoria para hackear algo, una empresa o banco, digamos en Pastebin, y hay personas –una o dos, generalmente– que se suman a la tarea –habitualmente solo por el reto– y no descansan hasta lograr su cometido, que normalmente consiste en sustraer ciertos datos o tirar el sistema por un par de horas.
Lo consideran diversión y aprendizaje. Sin embargo, algunas pocas veces, uno de los más antiguos usuarios lanza un tema serio que suele retomar alguno de los voceros de los grupos más públicos y entonces sí, se suma un pequeño ejército virtual de hackers repartidos en todo el mundo.
Ahora, casi jugando, él ha convocado a “la gran batalla en México” y su reto consistió en que le revelaran pesquisas comprometedoras de legisladores de oposición, pues piensa revelar turbios secretos de quienes apoyen la reforma electoral para “causar la destrucción del sistema democrático mexicano”.
Su enorme sorpresa fue la monumental cantidad de información que le han hecho llegar. Y la piensa usar. Ya contactó a un conocido periodista para comentarle el canal por el cual se la hará llegar.
El periodista le preguntó si esto tiene que ver de alguna forma con el caso de los #GuacamayaLeaks. Le respondió que no, que piensa que aquello fue una vendetta contra el gobierno actual por haber capturado y deportado, ilegalmente, al hacker “Comandante X” a Estados Unidos de Norteamérica. Lo suyo, dice, es sólo un intento de justicia para que quien traicione al pueblo no vuelva nunca a estar tranquilo.
Que los legisladores sopesen sus opciones, evalúen sus riesgos en la gran batalla por la democracia en México. “Si ceden a los chantajes de la fuerza y del gobierno, tal vez se libren de una sentencia, pero nunca tendrán la comodidad de nuestro silencio”, dicen que escribió.