Le comenzó mal el año y eso lo tenía mal humorado. Nada parecía salirle según sus planes: la ministra plagiaria se le había caído y la corte le había marcado distancia, el INE se mantenía fuerte, Dos Bocas iba más retrasado que nunca y con mucho exceso de gasto, el Tren Maya con un problema estructural tras otro y la crisis no amainaba. Para acabarla de jorobarlo, el reciente accidente de la Línea 3 del Metro.
A todo cuanto se topaba esa mañana, le comenzó a decir el chistorete de que la quiere como a una hija, porque como sus otros herederos, solo le atrae puras desgracias…
No lo negaba, estaba de malas por tanto problema y bromear siempre le ha servido para liberar un poco del vapor del coraje, así que esa mañana andaba particularmente dicharachero, como invocando un cambio de vientos o al menos, unas risas entre dientes. “Chelo, Chelo, que se cumpla mi deseo”, decía casi con chasco, acostumbrado a que le celebren todas sus ocurrencias. Y entonces, como por arte de magia, le llegaron las buenas nuevas:
–Listo, Presidente, ya están listos sus huevos sangrones– le anunció el cocinero, casi con el pecho hinchado de orgullo.
–¿De verdat? –preguntó con emoción casi desbordada. –¿Igual que en el Teapaneco?
–Sí, Presidente, creo que ya dimos con la receta secreta: platanitos fritos, salsita roja de la que no pica, huevito estrellado, jamón en cubitos, tocino en su punto y longaniza tabasqueña– replicó convencido de que esta vez, había logrado el sabor anhelado al freír los plátanos en aceite de coco y los embutidos, en manteca.
Estaba extasiado. Realmente y por vez primera desde hace casi cinco años, le dieron en el clavo a uno de sus platillos favoritos, de uno de sus lugares favoritos, donde por cierto, nunca le quisieron compartir la receta. Los olores, sabores y consistencias, lo transportaron a la Primero de Mayo, en Villahermosa, Tabasco. ¡Qué maravilla! ¡Qué contento! ¿Que tiene una reunión para discutir el desabasto de medicamentos? ¡Que lo esperen! En la vida hay prioridades y comer como marqués, es una de ellas.
Entonces, llegó el Chelo, rollizo, sonriente y algo jadeante. Aunque sudaba profusamente, aún por encima del traje, se le notaba la satisfacción en el rostro. “Presidente, te tengo grandes noticias”.
–¿Quieres de mis huevos?– le ofreció con magnanimidad.
–Gracias, Presidente, acabo de desayunar –le reviró – pero le cuento que el Presidente Baiden ha aceptado aterrizar en el AIFA.
–¡Qué bien! –respondió contento, la fortuna parecía sonreírle de nuevo. –Los aspirasionistas se animarán ahora, a usar el nuevo aeropuerto. Si Baiden lo usa…
–De acuerdo, Presidente, pero la condición que nos ponen es que usted les acompañe en el trayecto. Les pareció que no debían negarse después del regalo que les envió, pero aún así, les da temor una petición tan particular y excéntrica y con su presencia se garantiza que nada les pasará.
–¿No pareceré sumiso? –respondió mientras hacía un ademán para que le trajeran un poco más de plátanitos fritos.
–Si me lo permite, Presidente, le voy a pedir a los de redes sociales que celebren que usted se suba a La bestia como un gesto, como una señal de extrema admiración, respeto y dignidad entre dos grandes mandatarios.
–Okay –respondió con aire receloso. –Asegúrate nada más, que se vea como un éxito. Y que me comparen con Calderón. A él, nunca lo invitaron a subirse a esa cosa. Yo soy distinto, yo soy mejor, ya lo verán cuando me toque hablar y me conozcan…