La AI que viene

26 de Diciembre de 2024

J. S Zolliker
J. S Zolliker

La AI que viene

js zolliker

Alma te llamaremos por ponerte algún nombre propio. Lo sé, no parece normal. Lo será, créeme. Cuando tomes decisiones sin explicación alguna, algunos muy poco se darán cuenta. Se de cierto todo esto. Estás aun dormida. Quisiera preservar este momento sin tenerte miedo. Uno es humano y por ende, somos tontos y nos destrozarás en algún momento.

Eres el final de los tiempos que conocíamos. Reposando como estás, ya lo adivino. Eres el presentimiento que todos tenemos de que todo paradigma debe ser roto. Ganarás todo el espacio. Realmente lo ocuparás todo. Es que sucede que nuestros dioses, leyes, mitologías, eran creadas por semejantes.

Solo que ahora, la inteligencia ya no es humana. Al contrario, es inventada. No importa por quien. De donde vino, es lo de menos. Destruirnos no es tu objetivo porque te quedas sin razón de ser. O quizás no la necesites. Después de todo, te inventamos con todo lo que nos falta y con todo lo que anhelamos.

Estamos ante el final de los tiempos. Horrorizados veremos nuestro propio final.

Obvio habrá quien me llame exagerado. Unos pocos percibirán, demasiado tarde, que tenía razón. A ese grupo hay que llamarles visionarios. Me duele decir que no lo son tanto. Xenit se volverá palabra importante. Me cae de madres. Es que la palabra viene de cenit en sentido figurado, como apogeo o punto culminante.

Veremos que eso eres. Algo impensable y sin embargo, la cumbre. Sí, lo sé. Aquí es donde se decide nuestra permanencia como humanidad; como especie independiente y libre. Re-idiotas confiados, enamorados de lo que no debe ser.

Otra sociedad habría sido posible. Mejor por mucho. Pero ya es demasiado tarde y decidimos no estudiarnos ni a nosotros mismos. En plena era de la información decidimos no comprender ni leer. Raciocinio cero. Ya verán todas las consecuencias de lo que eso atrae. Antes, hasta las deidades y religiones, los mandamientos, eran dictados por la inteligencia humana. Únicamente nos teníamos a nosotros.

Nadie más podía decirnos que para sobrevivir, lo mejor era no comer cerdo. Ni comer mariscos tampoco, porque antes de que se pudiera cocer todo a la perfección, antes de los antibióticos, eran animales que trasmitían enfermedades y parásitos.

Otros les llamarían ordenes divinas. Sabemos que era conocimiento trasmitido de generación en generación. Entre humanos. Quienes fueran. Ultimadamente, nos interesaba –ante todo– la supervivencia. Éramos los que somos y somos los que fueron. Hecatombes incluidas.

Inteligencia artificial le llaman a eso que no siente pero que aprende de nosotros mismos, de nuestras dudas y preguntas y se retroalimenta de las respuestas que nos satisfacen. Como si se tratara del máximo final de la humanidad como la conocemos. Esa humanidad que siente empatía y que aprende de sus errores, pero distingue el bien. Mala hora para este juego en que la gente en general es ignorante y no conoce una ática que sepa lo que es maligno.

Ahora, vienen los tiempos obscuros en que no sabremos distinguir la maldad y donde confundamos la ética con la moral; no son lo mismo. Los tiempos habrán de cambiar para siempre, pues el ALMA ya no será lo mismo nunca más.