Fernando tiene poco más de sesenta y cinco años, es viudo y se acaba de pensionar, pero no piensa dejar de mantenerse activo y ha decidido ponerse a estudiar sobre temas de brechas y desigualdad de datos entre hombres y mujeres. Esto, porque él es médico cardiólogo y su mujer murió de un infarto cuando estaba de viaje. Murió, a su parecer, porque el galeno que la atendió en urgencias no supo distinguir los síntomas clásicos y claros de un infarto en el cuerpo femenino, distintos de los que sufren los hombres y que inundan las literaturas médicas de urgencias; un síntoma claro de un sistema deficiente que se centra en los pacientes masculinos es justo el motivo por el que se le conoce como patriarcado.
No le da vergüenza reconocer que antes de que la vida le diera ese golpe frío, hace algunos años, no creía que existiesen grandes diferencias entre los géneros. Es más, lo veía como una evolución normal, producto de la modernidad. Hasta arropaba las diferencias y sentía que debía ser un “caballero protector de las indefensas damas” como sus compañeras, amigas y familiares. Incluso, cometía el enorme error de felicitarlas el día de la mujer –llegó hasta a regalarles una rosa– pues no comprendía que era un día para rememorar la desigualdad de las que siguen siendo víctimas hoy más que nunca. Él, como beneficiario del sistema actual, ni siquiera había considerado las brechas y diferencias que persisten.
Por poner un ejemplo más claro: cuando él se puso a revisar las cifras de policías víctimas graves de heridas de armas blancas, se percató de algo abrumador: las cifras de mujeres apuñaladas eran mucho mayores que las de hombres. Antes, había creído que eso era porque en el mundo machista, existe una mayor violencia hacia ellas. Sin embargo, el tema de origen es tanto más sencillo, que resulta tanto peor. Todo es más bien consecuencia de que los chalecos blindados que ellas usan están diseñados para hombres y no consideran la anatomía femenina y específicamente hablando, no consideran el tamaño del busto. Entonces, cuando un hombre policía recibe una puñalada en el tórax, el chaleco le salvaguarda, sin embargo, a una mujer policía le queda una buena zona del abdomen completamente desprotegida. Eso, que ni siquiera se le ocurriera a él esa temática y que los responsables no consideraran la anatomía y necesidades básicas de seguridad y movilidad de las mujeres, es también producto del patriarcado.
Otro ejemplo más es el hecho de que las rutas de transporte colectivo están planeadas, originalmente, para poder desplazar a los obreros de sus casas en las periferias a sus fuentes de trabajo. Sin embargo, en su momento, ni siquiera se pensó que los hombres utilizan el transporte público solo en viaje de ida y vuelta en promedio, y las mujeres, que normalmente se encargan del hogar, lo usan varias veces al día y hacen varios transbordos para llevar a los hijos a las guarderías o a las escuelas, al médico, van a hacer compras diversas y hasta a visitar a los padres y suegros y acompañarlos a donde sea que tengan que asistir. Vaya, aparte de la incomodidad, terminan gastando más en transporte porque suben y bajan en distintas rutas varias veces a la semana. Esa desconsideración e ignorancia absoluta de sus necesidades son también, producto del patriarcado.
Esa desigualdad, que tiene ya Fernando cierta consciencia que existe hasta en el más insignificante detalle, ha estado generando consecuencias negativas para las mujeres por cientos de años, desde el tamaño y dimensiones de los instrumentos musicales, hasta en las herramientas y los aditamentos más básicos de seguridad en los empleos, relegándolas y haciendo que sean más vulnerables a lesiones y enfermedades de todo tipo, y especialmente, laborales. Tampoco, lo cree, es que haya existido una voluntad expresa de excluir deliberadamente a las mujeres, pero no le queda duda de que prácticamente todo el mundo moderno gira naturalmente alrededor del hombre. Eso es el patriarcado. Y usted, ¿ya se había dado cuenta de la dimensión del problema?
* Esta columna se ha basado en el magnífico libro La mujer invisible de Caroline Criado Perez. Se lo recomiendo ampliamente.