Reporta el agente infiltrado Pedro Fonseca y Lima que nunca imaginó que un monigote ruso de pelo rubio, ojos claros, pobladas cejas abovedadas y nariz chueca, estereotípico de la perestroika de Gorbachov y sus películas de final del siglo XX, fuese una de las piezas más importantes de la CIA a nivel internacional.
Reporta el agente Fonseca y Lima que, aún siendo él, un funcionario de inteligencia y espionaje, nunca había realmente sopesado y enfrentado la probable existencia de dobles agentes, mucho menos, de pensar en toparse en persona con la irónica posibilidad de que un protestante luterano fuera parte del cónclave del Papa; es decir, que nunca pensó siquiera en la posibilidad de que un soviético llegase a ser el encargado norteamericano de más alto rango en labores de inteligencia y espionaje en México y latinoamérica.
Reporta el agente Fonseca y Lima que su largo adiestramiento y experiencia le han llevado a descubrir de sobra y de cierto, a impostores y simuladores profesionales, por muy entrenados que estuviesen, pues ya sea por la misma naturaleza humana o por el más mínimo descuido y detalle, todos somos sujetos de auto delatarnos, ya sea por cansancio o descuido.
Reporta el agente Fonseca y Lima que las personas reales, de carne y hueso, tenemos aspectos notables que resaltan solamente a los ojos muy finamente entrenados, entre los que se encuentran algunos pocos escritores, personal de inteligencia sumamente bien entrenado y gente con sobresaliente capacidad de observación, ya que únicamente ellos son capaces de diferenciar los aspectos reales y naturales, de los que son simulados pues resulta que sin importar lo buenos imitadores o actores que seamos, siempre llegará el punto en que nos relajemos y nos olvidemos del papel que desempeñamos.
Un claro ejemplo, reporta Fonseca y Lima, son quienes buscan defraudar a las Compañías de Seguros, pues personificar por mucho tiempo –el que dure un juicio promedio– una lesión irreparable que en realidad no existe, se vuelve tan abrumador y tan agotador que se terminan delatando con su normal comportamiento que se impone al actuado; menciona por ejemplo extraordinario, al que reniega de una cadera disfuncional pero que termina saltando un charco cuando nadie le mira o corriendo escaleras abajo ante una alerta por sismo o incendio.
Reporta el agente Fonseca y Lima que por ello y para su nueva misión encomendada, de sumo interés nacional e internacional –pero en especial, de importancia personal por lo que sospecha fue el asesinato de su madre– es que decidió recurrir de forma voluntaria, a un muy particular y extremo recurso: extirparse los dientes frontales, superiores e inferiores, pues sabe que nadie podría acusar de simular cojera a quien no tiene pie…
Reporta el agente Fonseca y Lima que sabe a ciencia cierta que el procedimiento le cambiará hasta la expresión facial, sin rango de error por cansancio ni actuación (nunca volverá a comer una baguette o morder una manzana, etc.), lo que le brindará una excusa perfecta para infiltrarse en aquellos grupos, sin margen de error de ser descubierto, al menos mientras lo mantengan con vida. O mientras pueda preservar aún, sus ganas de encontrar a su amor atigrado o de incendiar el cielo en cualquier atardecer de cualquier noviembre. Lo que sea que venga o que suceda primero.
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