Nuestro afable Narciso Guisote, leal amigo y servidor de usté, su mujer y del pueblo de México, llegó corriendo a la recóndita vecindad en el centro de la ciudad y contrario a sus buenas costumbres y tradiciones, no saludó a nadie y se introdujo con prisa, a aquel cándido espacio que tiene a bien llamar, su estudiogar.
Normalmente, el cachetón, más o menos simpático, más o menos sonriente, al volver de la calle se untaría un poco de alcanfor en el cuello y pecho, encendería la radio como ruido de fondo y se serviría una taza de café soluble para leer, con gusto y calma, las noticias del diario desde su mullido sillón. Pero ahora, no. Aunque es temprano, bebe un poco de brandy que compra en garrafa y meditabundo, camina unos pasos de la cocina al sillón, viene y regresa, vuelve y va, nerviosamente. No es para menos, quiere verificar si se ha sacado premio alguno de la lotería del avión, aunque sabe bien que no rifa la rifa ni se rifa el avión.
No le ha tocado ni el reintegro y aún tembloroso, desesperado, soliviantado, se sienta en la mesa de su despachomedor y con un trozo de papel en mano, se arremanga la camisa, lame la punta del bolígrafo y saca unas rápidas cuentas: menos del 5% de los treinta millones de transformadores de la república, compraron un cacho y le parece muy gacho que incluso se haya perdido varios millones del dinero del pueblo en el sorteo a pesar de que ejercieron peculado e intervinieron funcionarios, recursos públicos y humanos, mensajes en decenas de mañaneras, cochupos bizcos y hasta chayotes moleculados. En clarividente vista y dista en claro de ser lo ideal, la rifa del avión presidencial ha sido un absoluto fracaso, medita y musita.
Por si fuera poco, molesto está, además, porque en la organización y esfuerzo realizado para juzgar expresidentes, con todo el dinero que destinó MORENA, propaganda, células vecinales y activistas, adeptos e ineptos, devotos perseguidores de votos, voluntarios y pagados, no pudieron ni reunir el millón ochocientas mil firmas que la ley indica para validar una consulta popular legal y ahora, por voluntad y golpe de fuerza, se deberá imponer. ¿Dónde está ese pueblo que clama y canta? ¿Dónde, aquellos que, con el cardenismo, vendían las joyas familiares y tenían las argollas prestas para pagar la deuda contraída por la expropiación petrolera? ¿Dormidos en un celular cuando no tienen ni sofá? Con razón fue necesario cancelar el aeropuerto y la planta de chela con apenas un par de miles de quejosos, gruñe y farfulla.
Detesta, por cierto y por todo lo alto, que parezca que el perspicaz vecino, Don Jonás, haya tenido la razón (no solo porque le tendrá que pagar la apuesta al siniestro): no es lo mismo ser bueno para cobrar 500 baros por vender el voto, que comprar algo por 500 morlacos para quien se votó, egoístas chamacos malagradecidos que no quieren hacer patria sino que la matria les siga dando pecho, de hecho.
Ahora, le preocupan las elecciones del 2021 porque queda demostrado en toda la amplitud de su comprensión, que ni el partido ni el presidente más popular y porfiado de la historia, es un charro que canta perro y pone a la raza a bailar, o dicho de otra forma, no tienen la fuerza suficiente para asegurar el triunfo en las elecciones más importantes del país y conoce ya de sobra que a la cascabel se le cocina a leña y al sapito a brasas, pues ésta sociedad actual, es más bien como una burla, bufa él, hombre de gatos que creé que por ahora, ya fue suficiente trago.