Se cumplen cien días del inicio de la Presidencia de Donald Trump. Cien días de la puesta en marcha de una agenda tan heterodoxa como vertiginosa por un gobierno marcado por una imagen de caos, nepotismo, improvisación y recurso a hechos alternativos en la comunicación social. Un gobierno plutocrático, encabezado por un twittero incontinente e intolerante a la crítica, que está decidido a desmantelar por completo la herencia del gobierno de Barack Obama.
Los primeros cien días, ese momento políticamente simbólico que permite evaluar por primera vez la capacidad y fuerza política de un gobierno, que se cumplen luego de importantes derrotas políticas para Trump, errores monumentales, nombramientos polémicos e investigaciones sobre el rol de Rusia en las elecciones, sumados al riesgo de una escalada de conflictos internacionales con consecuencias impredecibles.
Llega Trump a sus primeros cien días con una desaprobación que raya el 53%, tendencia que desde el final de Segunda Guerra Mundial sólo se asemeja a la caída en el mismo periodo a la aprobación de la gestión de Gerald Ford.
Aunque sigue contando con un núcleo duro de simpatizantes que mantienen una percepción positiva y respaldo incondicional a Trump. A lo cual se añade que el respaldo público al bombardeo a Siria se tradujo en una bocanada de aire y en una leve mejoría en la percepción ciudadana.
Como cereza en el pastel y reflejo de un proceso de toma de decisiones caracterizado por la confrontación y la intransigencia en la definición de la agenda de gobierno, Trump enfrenta ahora al riesgo de que la parálisis en las negociaciones con el Congreso se traduzca en la no aprobación del presupuesto y la necesidad de cerrar temporalmente algunos servicios públicos.
Para México han sido cien días muy complicados, en los que errores de cálculo en la conducción de nuestra propia política exterior han incrementado la incertidumbre sobre el futuro de la relación y han contribuido a la pérdida de credibilidad del Presidente.
En los primeros cien días, seis temas han estado en el centro de la agenda bilateral. Temas que se perfilaban claramente desde la campaña presidencial con un marcado énfasis antimexicano:
• Deportaciones arbitrarias y persecución a mexicanos indocumentados y ciudadanos estadounidenses de origen mexicano.
• Fuga de inversiones ante las amenazas o la concesión de privilegios por parte de Trump.
• Imposición de impuestos fronterizos a exportaciones mexicanas hacia Estados Unidos.
• Construcción del muro fronterizo y la amenaza de hacer pagar a México por su construcción.
• Renegociación del TLCAN bajo condiciones favorables a los Estados Unidos.
• Agenda de seguridad fronteriza y política anti drogas de acuerdo a criterios definidos por los halcones en el gobierno de Trump.
El reto para el gobierno mexicano será contener esta agenda en los próximos meses y establecer bases de apoyo político más sólidas en los Estados Unidos, en un contexto en el cual nuevas derrotas políticas de Trump podrían traducirse en un discurso antimexicano más agresivo como forma de lavar cara ante sus electores. En forma complementaria, es importante abrir nuevos canales de diálogo a nivel global e impulsar una mayor diversificación de nuestros intereses económicos y políticos en el mundo, algo que sin embargo sólo puede tomar forma en el mediano plazo.
La pregunta es si nuestro gobierno, que ha cometido errores muy importantes hace solo algunos meses y que perderá fuerza política conforme se acelere la sucesión presidencial, tendrá la capacidad y la influencia necesarias para conducir con efectividad el diálogo bilateral, hacer frente a las amenazas directas y proteger los intereses nacionales ante la eventualidad de una renegociación comercial y la construcción del muro.
Lo que es claro, es que hay demasiado en juego como para permitirnos nuevos errores o para aprender en el proceso.
@ja_leclercq Profesor-Investigador del Departamento de Relaciones Internacionales y Ciencia Política, UDLAP.