El gobierno federal ha enviado al Congreso un maxi paquete de reformas constitucionales y legales con tres objetivos en mente: primero, demoler los contrapesos a la voluntad presidencial, en particular de la Suprema Corte e instituciones autónomas como el INAI; segundo, consolidar en forma transexenal el proyecto económico y social de la 4T, expresado en las iniciativas enfocadas a pensiones o aumentos a salarios; y tal vez lo que es central, determinar la agenda de debate público durante el periodo electoral, especialmente cuando acusaciones de corrupción y vínculos con el crimen organizado comienzan a tener impacto en la imagen presidencial.
El objetivo primordialmente político electoral queda de manifiesto de inmediato en un conjunto de reformas que abarca temas de índole muy distinta, y mezcla asuntos importantes cuyas consecuencias tendrían que analizarse con mayor cuidado y bajo la lupa de la viabilidad presupuestal, con otros que son no pueden ser calificados sino como francas ocurrencias políticas. Pero lo que desnuda por completo el sentido (sin sentido) institucional de las reformas propuestas, es la voluntad de gobernadores, legisladores y voceros oficiosos por respaldar y promover ciegamente lo que es indudable no han leído ni les interesa leer. A cuatro meses de la elección presidencial, se hace así porque es la voluntad presidencial y porque de eso depende el reparto de hueso en año electoral.
Basta con observar cómo piensa financiarse el Fondo de Pensiones del Bienestar para entender que hay algo muy mal en el asunto. Un sistema de pensiones que depende de que sean recuperados recursos robados al pueblo o del pepenar recursos, adeudos o bienes de diversas instituciones públicas, no puede ser serio. Hay pocas cosas tan relevantes hoy como la discusión en torno a la reforma del sistema de pensiones para que sea viable y sostenible en el futuro, no hay duda en eso, pero las bases de la propuesta de reforma representan una fantasía electoral, un intento de engañar votantes o autoengaño político deliberado por parte de las élites.
Sorprende en particular que la forma y fondo del paquete de reformas no preocupe a Claudia Sheinbaum, puntera en las encuestas. A final de cuentas, en caso de ganar las elecciones, este mismo año estaría al frente del gobierno y tendría que cargar con las consecuencias políticas y económicas de que los diputados y senadores legislen al vapor lo que la presidencia entiende como su legado político. En un contexto donde la lealtad absoluta sustituye a la capacidad, no es de extrañar que Sheinbaum haga suya la agenda presidencial como camino para pavimentar sus aspiraciones, pero el problema es que el futuro la va alcanzar muy pronto y, en todo caso, deberá construir un gobierno efectivo cargando con la amenaza de una crisis fiscal, la permisibilidad con las organizaciones criminales y un conjunto de elefantes blancos inviables que seguirán devorando presupuesto sin entregar resultados. A lo que hay que añadir ahora las consecuencias negativas del paquete de reformas.
El próximo gobierno estará obligado a corregir el rumbo para evitar ser desbordado por los problemas heredados por esta administración. El tiempo de invocar esperanza como solución a todos los males se acabó, tampoco servirá seguir señalando como culpables a otros gobernantes del pasado, los problemas se acumulan y los ciudadanos van a exigir resultados muy pronto. Me imagino que Sheinbaum tiene interés en desarrollar una agenda de gobierno relevante y hacer de su gestión un éxito, también entiendo que afirme el proyecto político del cual ha sido parte, sin embargo, no puede seguir cargando con exceso de lastre y esperar que su propio proyecto de gobierno no se hunda irremediablemente. Lo que Sheinbaum no calcula, es que tendrá que gobernar amarrada políticamente, dando la cara por revelaciones de corrupción de este sexenio, cargando con un legado de negligencia y ocurrencias muy costosas y que se le responsabilizará además directamente por fracaso gubernamental o el estallido de una crisis, no a López Obrador. Ante el fracaso estará completamente sola porque ha aceptado hacer completamente suyo el legado del gobierno precedente.