¿Tienen propuestas viables los partidos de oposición?

27 de Enero de 2025

Juan Antonio Le Clercq
Juan Antonio Le Clercq

¿Tienen propuestas viables los partidos de oposición?

juan antonio leclercq

Señala Michael Sandel en su más reciente libro, La tiranía del mérito, que “la dura realidad es que Trump resultó elegido porque supo explotar un abundante manantial de ansiedades, frustraciones y agravios legítimos a los que los partidos tradicionales no han sabido dar una respuesta convincente”. Lo que además supone que “esos agravios no son sólo económicos, sino también morales y culturales; no tienen que ver únicamente con salarios y los puestos de trabajo, sino que atañen asimismo a la estima social” (p. 28).

Este diagnóstico aplica en muchos sentidos al caso mexicano. Si bien es cierto que no puede afirmarse que todo el voto que recibió Morena en 2018 fuera sólo producto de “ansiedades, frustraciones y agravios”, de hecho en las elecciones presidenciales anteriores López Obrador alcanzó más de 30% de los votos. También es cierto que el fastidio ciudadano se transformó en un voto de castigo hacia la forma en que el PAN y el PRI gobernaron durante los años anteriores, y en especial ante su incapacidad para responder ante los escándalos de corrupción o las crisis de inseguridad y violencia.

Lo que es indudable es que el triunfo de Morena expresó la demanda de cambio de los ciudadanos ante la profunda crisis de credibilidad de nuestro sistema de partidos y la implosión patológica de corrupción, impunidad y violencia que enfrenta nuestro país. El problema es que la incapacidad de los partidos para estructurar una propuesta política relevante, capaz de reflejar las aspiraciones ciudadanas, amenaza con colapsar el sistema de partidos.

La elección intermedia de 2021, la más grande en la historia del país, representa justamente un termómetro para medir la vitalidad de nuestro sistema de partidos, para identificar su capacidad real para presentar una propuesta política viable ante los problemas que enfrentamos como resultado de la pandemia. Y en este caso, como señala Sandel, el problema no radica en la capacidad del gobierno de López Obrador para cristalizar la esperanza política de los mexicanos, sino en la incapacidad de los partidos opositores para “dar una respuesta convincente”. Porque más allá de la crítica al estilo personal de gobernar de AMLO o los errores de la 4T, ¿qué es lo que proponen los partidos en realidad? ¿Cuál es su agenda de política pública ante la emergencia sanitaria y frente a la magnitud que alcanzan fenómenos como la corrupción, la impunidad o la violencia?

Pero la falta de una propuesta alternativa clara de gobierno es sólo la punta del iceberg. Mucho más delicada es la falta de claridad respecto a quién o qué representan políticamente nuestros partidos. La definición de candidaturas y los conflictos internos que se derivaron de ella se limitaron en la mayoría de los casos a equilibrios entre camarillas y distribución de cuotas entre líderes y sus grupos políticos. Los partidos sólo se representan a sí mismos y a la agenda de intereses de sus cúpulas, pero poco más allá de esto.

De igual forma, la práctica del transfuguismo, por quienes al final no se beneficiaron con posiciones o la protección del fuero, pone en evidencia que nuestros actores políticos pueden saltar de un partido a otro, y después a otro, sin ningún tipo de escrúpulo siempre y cuando se abra la puerta a la deseada candidatura. La representación de intereses de los ciudadanos o la articulación de una agenda pública coherente, ocupan una posición secundaria ante el objetivo central de conseguir un hueso a toda costa.

Mucho se discute sobre el riesgo de regresar a un hiperpresidencialismo con partido hegemónico, y lo que se deja de lado es la forma en que el vacío político de los partidos de oposición contribuye justamente a ello. No es posible restaurar nuestra democracia mientras la regla de oro de nuestro sistema de partidos no es hoy otra cosa que la máxima “si no te gustan mis principios, tengo otros”.