¿Servirá de algo la COP26?

24 de Noviembre de 2024

Juan Antonio Le Clercq
Juan Antonio Le Clercq

¿Servirá de algo la COP26?

juan antonio leclercq

Hace sólo seis años se celebraron los resultados del Acuerdo de París con bombo y platillo. Es difícil olvidar las imágenes de líderes políticos sonriendo satisfechos mientras anunciaban que finalmente se había alcanzado el consenso necesario para actuar ante la amenaza del calentamiento global. Sin embargo, a pesar de todo el optimismo, algo salió muy mal, pues esta semana que comienza la COP26, escuchamos advertencias dramáticas y discursos llamando a la acción decidida ante lo que se señala como la última oportunidad para frenar una catástrofe ambiental global.

Lo que ocurrió es que a pesar que el Acuerdo de París fue ampliamente festinado, en realidad resultó insuficiente para hacer frente a lo que hoy se nos presenta como una emergencia climática. Desde el momento de su firma se sabía que los compromisos voluntarios de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero asumidos por los países, los denominados compromisos determinados a nivel nacional, se quedaron muy cortos para cumplir el objetivo de evitar aumentos por encima de los 2ºC y resultaron insignificantes ante la meta más ambiciosa de los 1.5ºC.

De acuerdo a datos presentados por las Naciones Unidas apenas el mes pasado, en realidad la humanidad avanza decidida hacia un aumento en la temperatura promedio de 2.7ºC hacia finales de siglo, escenario que a todas luces representa riesgos inadmisibles de vulnerabilidad humana y devastación ambiental. No hemos hecho lo suficiente y el riesgo de catástrofe se incrementa, concluyen una y otra vez los diferentes reportes especializados.

De igual forma, el Acuerdo implicaba el compromiso de fortalecer la transferencia de recursos en el orden de 100 mil millones dólares anualmente, lo cual, en el marco de los efectos de la pandemia, no se ha materializado y no es claro si los países desarrollados quieran cumplir sus compromisos en los próximos años. No es de sorprender que la discusión sobre transferencia de recursos ocupe otra vez un lugar central, y que exista incertidumbre sobre cuántos recursos van a fluir y a qué velocidad.

Aunque en realidad el problema es estrictamente la falta de voluntad de la comunidad internacional para cumplir sus compromisos, aumentar la ambición y alcance de las metas y para renunciar a la lógica de dilatar indefinidamente su cumplimiento. El Acuerdo es solo una plataforma para coordinar el esfuerzo de la comunidad internacional que, sin la voluntad política para cumplirlo, es sólo letra muerta llena de jerga diplomática rimbombante.

En esta semana los discursos giran en torno a la responsabilidad de actuar cuanto antes para evitar alteraciones drásticas e irreversibles en los ciclos vitales del planeta. Se ha puesto sobre la mesa la necesidad de impulsar tasas netas cero de emisiones en los países desarrollados hacia 2050, reducir con urgencia los niveles de emisiones de metano, actuar en forma coordinada para contener la deforestación de bosques y selvas, agilizar la transferencia de recursos hacia los países pobres y en desarrollo, y promover el uso de nuevas tecnologías que permitan avanzar hacia una transición sustentable.

Todo lo cual suena muy bien, pero ya hemos escuchado mucho de ese blablablá climático sin mayores consecuencias. Lo relevante no son a final de cuentas los compromisos que adquieran presidentes y ministros en sus horas de emoción climática, sino la forma en que se cumplan efectivamente en los años siguientes. Y si algo hemos aprendido a lo largo de la COP25 es que los discursos grandilocuentes y los compromisos bien intencionados se han traducido en resultados de mitigación y adaptación muy mediocres, y en mucha pérdida de tiempo.

Y lo que también queda claro después de tres décadas de acción climática global, es que se nos acaba el tiempo para evitar el colapso de ecosistemas, la destrucción masiva de especies y el sufrimiento de millones de personas.

Por lo pronto habrá que ver qué acuerdos se alcanzan en esta COP26 y si estos incluyen mecanismos para implementarlos con mayor efectividad y velocidad, a través de acciones medibles, verificables y reportables, o si para no variar escucharemos mucho ruido y veremos pocas nueces.

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