La semana pasada, Barack Obama advirtió al presidente Biden sobre la peligrosidad involucrada en el intento de Donald Trump de regresar a la Casa Blanca. No es para menos, para Trump la elección es un juego de suma cero. Una derrota de los demócratas implicaría mucho más que perder la presidencia, abre la puerta a un escenario de consecuencias políticas incalculables y vendettas impredecibles. Mientras que para Trump, la victoria supondría reafirmar su control absoluto sobre los republicanos, y lo que ahora es tal vez más importante, cerrar los procesos judiciales en su contra a través del poder presidencial.
La situación jurídica de Trump luce cada vez más complicada e involucra costos económicos muy altos. Hasta el momento, Trump enfrenta cinco procesos: 32 cargos por manejo indebido de información federal clasificada; 34 cargos relacionados con fraude financiero y alteración de información relacionada con sus negocios personales; un proceso en Georgia, relacionados con intentos de alterar los resultados electorales en el estado, cuyos cargos debe ser definidos por el juez; al menos cinco cargos de conspiración para revertir el resultado electoral y obstrucción de procesos oficiales durante los eventos del 6 de enero de 2021; un caso de abuso sexual y difamación que ha sido juzgado en parte y que ha crecido por las contrademandas presentadas por el mismo Trump.
Lo que es seguro, es que al mismo tiempo que corra la campaña electoral, Trump tendrá que defenderse simultáneamente en tribunales por diferentes procesos en los meses de enero, marzo y mayo de 2024. A esto se suman los cargos que decida levantar el gran jurado para el caso de Georgia y lo que resulte de la audiencia sobre los eventos del 6 de enero, programada para el próximo 28 de agosto.
Las bases republicanas siguen respaldando a Trump, al igual que los liderazgos políticos más extremistas, y las encuestas muestran una tendencia favorable a sus aspiraciones. Sin embargo, algunas figuras importantes como Mike Pence y Ron De Santis han comenzado a marcar su distancia, reconociendo la derrota electoral de 2020 o advirtiendo la imposibilidad de que una persona que enfrenta cargos tan graves —particularmente el manejo indebido de información clasificada y el intento de revertir los resultados electorales—, pueda ocupar la presidencia.
Donald Trump sabe que se juega el pellejo y que enfrenta la muy alta probabilidad de terminar en prisión, por lo que ganar la presidencia es un juego de todo o nada en la que su supervivencia personal va de por medio. Y eso convierte a las elecciones del próximo año en un evento político de muy alto riesgo. Por lo pronto, Trump ha advertido abiertamente hasta dónde está dispuesto a llegar, señalando que es un honor ser llevado a juicio para enfrentar lo que ha definido sin evidencia como elecciones “corruptas, arregladas y robadas”.
Pero su cruzada personal no se limita a palabras y amenazas, involucra llamados a la movilización y resistencia del movimiento MAGA que en cualquier momento pueden estallar en episodios semejantes a lo ocurrido el 6 de enero de 2021. Lo que es seguro es que las elecciones se perfilan como un proceso con altos niveles de polarización y riesgo de conflictos violentos.
Adicionalmente, Estados Unidos se juega también mucho de su prestigio político a nivel internacional ante el escenario de que una persona condenada por distintos delitos pueda ocupar legalmente la Casa Blanca. Lo que es indudable es que las elecciones en los Estados Unidos se presentan de pronostico reservado y altos niveles de incertidumbre.