El Reporte sobre Riesgos Globales 2018, elaborado anualmente por el Foro Económico Mundial (WEF), nos acerca a la proyección de los principales riesgos y amenazas que enfrenta la humanidad y cómo ha tendido a variar esta percepción en los últimos años. El reporte completo puede consultarse aquí.
Cuatro aspectos merecen especial atención. En 2017 se advertía sobre la incertidumbre global y el descontento popular con el orden político y económico, fenómeno que no ha hecho sino intensificarse y, por lo mismo, hace más urgente responder a estos retos impulsando reformas a las instituciones de mercado y generando condiciones para reconstruir la solidaridad al interior y entre países, incluyendo una agenda congruente contra la desigualdad.
En este sentido, los especialistas ven con mucho pesimismo este 2018 y hasta 59% de los entrevistados para la elaboración del Reporte consideran que los riesgos globales han aumentado. En especial señalan que han aumentado algo/mucho los riesgos derivados de los conflictos económicos y políticos entre grandes potencias (93%); los conflictos militares entre Estados (79%); los conflictos regionales que involucran a grandes potencias (78%); la erosión de acuerdos multilaterales y reglas de comercio (73%); la pérdida de confianza en las alianzas para la seguridad colectiva (67%); y la erosión de la coordinación global de las acciones contra el cambio climático (58%).
Entre los diversos temas destaca la preocupación de los especialistas sobre las consecuencias de la crisis ambiental global y el cambio climático. El Reporte mide grados de riesgo combinando el impacto de un fenómeno y la probabilidad de que tenga lugar. Los cinco problemas ambientales globales analizados se ubican el cuadrante alto impacto/alta probabilidad: eventos climáticos extremos, desastres naturales, fracaso en la mitigación y adaptación al cambio climático, pérdida de biodiversidad y colapso ecosistémico y desastres ambientales humanamente provocados. A lo cual se añaden amenazas catalogadas como “societales”, pero que están directamente relacionadas con el deterioro ambiental: crisis en acceso a agua y alimentos, extensión de ciertas enfermedades infecciosas o migración no voluntaria.
Finalmente, el Reporte advierte que no sólo es necesario atender con urgencia los riegos con mayor probabilidad e impacto, de igual forma se requiere las capacidades globales y nacionales para hacer frente a amenazas complejas cuyas consecuencias están interconectadas a otros problemas. En especial se requiere mejorar las capacidades institucionales, organizacionales y económicas ante la dimensión y la interconexión de los retos que enfrenta la comunidad internacional. Sin embargo, la política global se caracteriza por un aumento en los conflictos entre potencias y una reducción significativa en la cooperación para enfrentar problemas trasnacionales. En otras palabras, la tendencia es a desconfiar en la gobernanza global a nombre de viejas certezas nacionales en un mundo de amenazas crecientemente complejas. Vivimos tiempos muy peligrosos, con riesgos para los que los países no están preparados y problemas que se agudizan por la creciente desconfianza entre los Estados y su menor disposición a cooperar.