La farsa climática

28 de Noviembre de 2024

Juan Antonio Le Clercq
Juan Antonio Le Clercq

La farsa climática

juan antonio leclercq

El sexto reporte de evaluación del IPCC (AR6), publicado en sus diversas partes entre 2021 y 2022, advirtió que los efectos adversos derivados del calentamiento global comienzan a manifestarse con mayor intensidad, y que más del 60% de la población del planeta se encuentra en situación de vulnerabilidad ante desastres naturales más agresivos, escasez de agua y alimentos y deterioro creciente de las condiciones de vida para quienes se encuentran en situación de pobreza y marginación. A pesar que la evidencia científica señala en la misma dirección: los compromisos de mitigación que han asumido partes del Acuerdo de París (AP) son absolutamente irrelevantes si lo que se busca es aumentar aumentos en la temperatura por encima de los 2º C.

No es posible seguir asumiendo que la evidencia científica no es suficiente para actuar con mayor ambición y en forma urgente. Los países que firmaron y celebraron el AP están plenamente conscientes de que la reducción de las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEI) es insuficiente y que enfrentar escenarios catastróficos se ha vuelto altamente plausible. Y sin embargo la comunidad internacional se mantiene sumida en su letargo irresponsable y en franca complicidad con los intereses de la industria de los combustibles fósiles y las agendas políticas cortoplacistas.

Cada año conforme se acerca la celebración de la correspondiente cumbre climática, las denominadas COP, a la par de los discursos hipócritas de políticos y diplomáticos que tratan de mostrarse preocupados y comprometidos con la acción climática, aparecen reportes especializados, producidos desde la academia u organizaciones de la sociedad civil, que nueva y reiteradamente advierten que el progreso alcanzado es muy pobre, que los países desarrollados no han cumplido sus compromisos, que los efectos más graves e inmediatos se están manifestando en los países pobres y que la población más vulnerable es la que sufre también en mayor medida las desigualdades socioeconómicas.

Por poner un solo ejemplo, el reporte sobre la brecha en los compromisos nacionales y el objetivo de evitar aumentos por encima de 2º C y de preferencia en el rango de 1.5º C, publicado la semana pasada por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, advierte que el progreso para aumentar los compromisos nacionales de mitigación ha sido inadecuado, con lo cual el escenario de aumento en la temperatura se ubica en 2.6º C hacia finales de siglo y destaca que cumplir los objetivos del AP requiere de reducciones de las emisiones globales aceleradas y sin precedentes en los próximos ocho años.

Al mismo tiempo, las grandes compañías petroleras han reportado ganancias exponenciales gracias al contexto de incertidumbre energética que deja la guerra en Ucrania. Ante esto, a lo más que llegan los gobiernos que no quieren asumir compromisos de mitigación más ambiciosos, es amenazar con cobrar un impuesto extra sobre las ganancias excepcionales de las petroleras.

En este contexto, la COP 27 que tendrá lugar en Cairo, luce de antemano como una cumbre irrelevante y más tiempo perdido. Más allá de que la COP deje una imagen de estrategia para dar un lavado de cara climático de la comunidad internacional, en parte gracias al patrocinio de Coca Cola y la vigilancia y a las restricciones que se han anunciado para activistas y organizaciones sociales que asistan a la cumbre, no queda claro que exista ninguna intención real por parte de los países desarrollados en aumentar sus obligaciones de mitigación y mucho menos de transferir los recursos financieros hacia países en desarrollo a los que se comprometieron en 2015.

En un momento en el que el margen de acción para evitar escenarios catastróficos se reduce aceleradamente, la política climática global se refuerza como una farsa donde los discursos oficiales llenos de clichés sobre desarrollo sostenible solo tienen la intención de ocultar que la estrategia dominante es hacer lo menos posible. Los daños y el sufrimiento en los países y las comunidades más pobres, en realidad no importan mucho para occidente, claro, mientras no pretendan migrar buscando mejores condiciones de vida.

Desgraciadamente, como señaló el ministro de medio ambiente de Gabón, Lee White, todo hace pensar que la crisis climática global será tomada en serio solo cuando comiencen a incrementarse las cifras de víctimas y muertos en los países desarrollados.