John Rawls en su centenario

17 de Noviembre de 2024

Juan Antonio Le Clercq
Juan Antonio Le Clercq

John Rawls en su centenario

Le Clercq

Este 2021 se cumple el centenario del natalicio del filósofo norteamericano John Rawls y 50 años de la publicación de su obra magna, La Teoría de la Justicia. Conmemoración que ocurre cuando el liberalismo vive horas bajas y enfrenta fuertes críticas sobre su afirmación de una vida en sociedad centrada en el individualismo, la meritocracia o el predominio del mercado, en detrimento de un compromiso con el bien común y la responsabilidad colectiva.

Aunque para ser justos, Rawls representa de hecho una crítica a la concepción libertaria o meramente economicista de entender ideales liberales. En las primeras páginas de La Teoría de la Justicia, Rawls señala que la justicia es la primera virtud de las instituciones sociales, lo cual implica que, desde esta perspectiva, el ejercicio efectivo de la libertad depende del reconocimiento de principios de justicia que garanticen derechos iguales, igualdad de oportunidades e incluso un trato diferenciado preferente para quienes enfrentan una situación de desventaja. Este enfoque, en su momento fue rechazado antes que nadie por pensadores liberales que defendían una concepción basada en el Estado mínimo o la supremacía del libre mercado.

Más allá de que el centenario de Rawls represente una oportunidad para reflexionar sobre los alcances y límites del pensamiento liberal, el marco de los efectos de la pandemia nos invita a reflexionar sobre la responsabilidad común de garantizar el ejercicio de libertades y derechos iguales para todos y de garantizar acceso equitativo a los bienes públicos como precondición para que todas las personas puedan aspirar a una vida plena y digna en condiciones de libertad.

No hay duda que muchos aspectos del pensamiento de Rawls requieren ser analizados y revisados críticamente, lo cual por cierto ha sido un componente central de la misma reflexión rawlsiana desde la publicación de La Teoría de la Justicia en 1971; sin embargo, muchos argumentos de esta obra mantienen su vigencia y nos permiten repensar y actuar ante los problemas propios de nuestros tiempos. Destaco cuatro ideas.

En primer lugar, me parece cada vez más importante la lógica de la reflexión filosófica de Rawls, su concepción del ejercicio de razón pública como una discusión abierta y plural en torno a las ideas políticas y su función para evaluar y reformar nuestras instituciones. En tiempos de fake news y polarización social, Rawls propone reflexionar nuestras propias convicciones y a escucharnos como miembros de la misma comunidad. No es cualquier cosa.

En segundo lugar, Rawls señala en su primer principio de justicia que el disfrute de derechos y libertades se justifica mientras los disfruten también todos los miembros de la sociedad, independientemente de raza, género, discapacidades, condición económica o preferencias personales. En un contexto marcado por la emergencia de nuevos discursos excluyentes, la defensa de derechos y libertades iguales representa el punto de partida de una sociedad democrática justa y libre. Por supuesto, una revisión de este presupuesto nos obliga a poner sobre la mesa el alcance y contenido de los derechos más allá de los derechos civiles y políticos.

En tercer lugar, las desigualdades socioeconómicas o el acceso desigual a determinados bienes públicos sólo se justifican si pasan por la prueba de ácido de la igualdad de oportunidades. La meritocracia no puede representar un parámetro para evaluar la legitimidad de las desigualdades sociales, pues disfraza privilegios o condiciones injustas de origen. Es la definición de mecanismos institucionales para garantizar acceso igualitario a los bienes públicos, acompañada de criterios diferenciados para quienes enfrentan alguna situación de desventaja, lo que permite garantizar un suelo parejo para las interacciones individuales o para desarrollar un proyecto de vida con dignidad. En este caso, las ideas de Rawls requieren revisarse bajo la óptica del debate contemporáneo sobre el acceso a recursos y no sólo a bienes públicos.

Finalmente, si bien Rawls se centra en la complejidad de elegir y aplicar principios de justicia definidos a través del diálogo y el acuerdo, también advierte que hay sociedades en las que las condiciones de exclusión e injusticia alcanzan tal magnitud, que no es suficiente con definir principios de justicia, sino que se requiere de mecanismos reparadores más ambiciosos, como pueden serlo la desobediencia civil o incluso la rebelión contra la opresión y la tiranía.

Muchas ideas más requieren ser revisadas y actualizadas, lo relevante en todo caso es aceptar la invitación de Rawls para discutir los fundamentos de nuestras sociedades con disposición al diálogo plural y con la justicia y la libertad en mente.