El IPCC ha presentado esta semana su cuarto y último reporte correspondiente al sexto ciclo de evaluación sobre el cambio climático (AR6). A partir de 2021 comenzaron a publicarse los reportes sobre el estado de la ciencia climática básica, los riesgos, impactos y retos de adaptación y las tendencias de mitigación de gases de efecto invernadero. El último reporte presenta una síntesis que integra las principales conclusiones de cada diagnóstico y las recomendaciones correspondientes.
No hay mayor sorpresa en el reporte de síntesis en comparación con los reportes preliminares. En resumen, nos advierte nuevamente que los compromisos nacionales de mitigación de efectos de gases de efecto invernadero son insuficientes y que es necesario aumentar drásticamente los niveles de ambición si se aspira a evitar aumentos por encima de los 1.5ºC durante la próxima década. Déjà vu.
Con el reporte el IPCC se trata de hacer equilibrios entre un llamado urgente, la última oportunidad, para actuar con ambición, y la necesidad de mantener la puerta abierta al optimismo y la posibilidad de una transformación ecológica resiliente a nivel global. En este sentido, en su mensaje el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, señaló que “este informe es un llamado de atención para acelerar masivamente los esfuerzos climáticos de todos los países y todos los sectores y en todos los plazos. Nuestro mundo necesita acción climática en todos los frentes: todo, en todas partes, todo a la vez”.
¿Qué es lo que nos dice el reporte? Tres mensajes me parecen centrales. En primer lugar, que los países no están haciendo lo suficiente para reducir sus emisiones y que la tendencia nos lleva a que se rebase el umbral de los 1.5ºC durante la primera mitad de la próxima década. Muchos críticos de la lentitud con la que se han implementado los compromisos adquiridos a través del Acuerdo de París, cuestionan esta visión y advierten que ya no es viable evitar aumentos por encima de los 1.5ºC y que la meta de los 2ºC es también poco probable.
El segundo mensaje, derivado del pesimismo sobre los escenarios de reducción de emisiones y el correspondiente aumento en la temperatura, señala que por cada punto de incremento en la temperatura crece exponencialmente el nivel de riesgo, el potencial de daños y la vulnerabilidad para las comunidades humanas, en especial en los países en desarrollo. Riesgos y daños relacionados con eventos catastróficos, pero también con alteraciones irreversibles en los sistemas vitales que amenazan la seguridad hídrica, alimentaria, energética o el funcionamiento de ecosistemas.
El tercer mensaje, si bien enfatiza la importancia de seguir impulsando programas de adaptación, advierte que conforme aumente la temperatura se reduce el margen para que la adaptación se implemente en forma efectiva y justa y con ello se garanticen condiciones de vida viables para millones de personas en un planeta más caliente y sujeto a ciclos de retroalimentación naturales impredecibles. En este caso, el IPCC intenta mantener el optimismo en torno al potencial de la adaptación y la transformación ecológica, cuando las conclusiones mismas del reporte evidencian que la incertidumbre social y el nivel de daño tenderán a aumentar, arrastrando los esfuerzas de adaptación conforme suba la temperatura, en especial en los países en desarrollo y entre la población previamente vulnerable por su situación socioeconómica.
No hay lugar para el optimismo. La comunidad internacional no ha cumplido sus compromisos de mitigación, ni mucho menos su obligación de transferir oportunamente los recursos necesarios para desarrollar estrategias de mitigación y adaptación en los países en desarrollo. La tragedia consiste en que conscientemente y con toda la información científica disponible, nos dirigimos hacia escenarios de aumentos en la temperatura en el rango de 2.6ºC y a contextos sociales marcados por destrucción de la naturaleza, daños materiales y pérdidas de vidas humanas. El problema es que la tiranía de los asuntos políticos presentes no deja margen o sirve de pretexto para continuar la inacción irresponsable.
El reporte de síntesis del AR6 es la última llamada para impulsar acciones más ambiciosas y urgentes dentro del modelo de acuerdo climáticos globales. El gradualismo y el modelo de negociaciones a través de las COP ha dejado de tener sentido ante la evidencia de escenarios catastróficos en la próxima década. A los países en desarrollo no les queda sino actuar en forma concertada para exigir acciones más ambiciosas de mitigación, transferencias urgentes para medidas de adaptación al igual que medidas de reparación ante pérdidas y daño. Luego de 30 años de la cumbre de Río y el fracaso sin paliativos del modelo de acción climática global, llegó el momento de reenfocar la dinámica de las negociaciones desde una lógica centrada en la justicia climática y la responsabilidad ante el daño.