El rey no escucha

22 de Diciembre de 2024

Juan Antonio Le Clercq
Juan Antonio Le Clercq

El rey no escucha

juan antonio leclercq

En la historia, el rey está sentado en su trono, consciente de su poder y majestad. Pero no se mueve, no puede darse el lujo de levantarse siquiera un minuto. Hasta él llegan los sonidos del palacio, las voces que cuchichean a su alrededor en salones, pasillos y corredores. Cada susurro representa una amenaza, cada ruido puede ser el anticipo de la revuelta.

No puede saber en realidad lo que dicen las voces del palacio, pudiera ser que sus súbditos lo veneren, sólo digan cosas bellas o alabanzas sobre su reinado. Pero también es posible que le reprochen cada problema que padece el reino, que critiquen sus decisiones y deseen su caída. Es la posibilidad de la conjura lo que le imposibilita levantar sus reales posaderas del trono, incluso para cumplir sus necesidades fisiológicas más básicas. Si se mueve y deja el trono vacío, alguien inevitablemente llegará a quitarle su lugar.

El rey está condenado a permanecer sentado sin remedio. Paralizado, escuchando complots imaginarios, levantamientos que no puede comprobar, pero que se muestran terribles en su posibilidad. El riesgo es demasiado alto: “Pero quizá nunca has estado tan cerca de perderlo todo como ahora que crees tenerlo todo en un puño. La responsabilidad de pensar el palacio en cada detalle, de contenerlo en la mente te obliga a un esfuerzo agotador. La obstinación en que se funda el poder nunca es tan frágil como en el momento de su triunfo”.

Lo que este rey pasmado no comprende es que, si bien las voces y los silencios pueden representar críticas a su reinado, como gobernante tiene que moverse y actuar, escuchar para decidir, porque permanecer en la inmovilidad, optar la parálisis y la indecisión, terminará por agudizar el descontento y fomentar alianzas en su contra.

En esta historia de Italo Calvino, (“Un rey escucha”, cuento incluido en Bajo el sol jaguar) el rey oye lo que ocurre a su alrededor, pero en realidad no escucha lo que se dice y, al no escuchar el contenido de las voces y su sentido, piensa que su poder estará más seguro en tanto se mantenga firme y constante en la misma posición. No entiende que no moverse, aferrarse a su posición, en realidad no es si no otra forma de acelerar su caída, de perderlo todo.

He pensado en esta historia recientemente, al ver y escuchar la reacción presidencial ante el desabasto de medicamentos, las manifestaciones ante la violencia o los feminicidios, el paro de mujeres del 9 de marzo, las críticas ante la incertidumbre económica relacionada con la epidemia de coronavirus, la reacción de inversores ante las decisiones de política energética… La respuesta es simple y clara: no escuchamos otra cosa que no sea el ruido del complot y por eso no moverán nuestra estrategia.

El gobierno no se mueve, ni moverá su posición. El 10 de marzo, durante la mañanera, el Presidente reafirmó que la estrategia es y será reafirmarse en la misma ruta y resistiendo “los ataques, las lanzadas del conservadurismo”. ¿Para qué revisar las decisiones, para qué ajustar el curso de acción, para qué escuchar la crítica o el descontento, cuando las críticas no son otra cosa que ataques o incluso intentos golpistas de los conservadores?

La dinámica del amigo-enemigo ha dado frutos al gobierno desde la campaña y hasta el primer año en el gobierno, pero la narrativa comienza a agotarse, como advierten las encuestas. Si bien es indudable que el Presidente mantiene altos niveles de aceptación y popularidad, hay una erosión gradual, pero continua con la credibilidad del gobierno y sus decisiones.

Lo ocurrido esta semana y la amenaza que se cierne sobre nuestro país ante la epidemia de coronavirus y sus consecuencias, tendría que llevar al gobierno a escuchar con cuidado, a revisar decisiones y mover posiciones políticas. El gobierno no puede darse el lujo de no escuchar y ver; la lógica de la supervivencia y el sentido de responsabilidad política implican la obligación de la autoevaluación crítica. Pero como señala el cuento de Calvino, cuando se asume desde el poder que las voces críticas son sólo amenaza y ataque, una conjura de los conservadores, entonces la inmovilidad se impone y con ello también la derrota del gobernante y su proyecto político.