¿Aprendimos de la catástrofe?

23 de Diciembre de 2024

Juan Antonio Le Clercq
Juan Antonio Le Clercq

¿Aprendimos de la catástrofe?

Le Clercq

La pandemia nos ha obligado a asumir que una catástrofe global es posible y que la comunidad internacional no está preparada para contener en forma efectiva sus consecuencias. La crisis ambiental global nos advierte que enfrentamos el riesgo funesto de rebasar la capacidad de carga de los sistemas biogeofísicos del planeta y de provocar efectos de retroalimentación críticos e imprevisibles. La magnitud de los efectos de la crisis ambiental y climática global en el mediano plazo puede hacer palidecer los daños provocados durante la pandemia.

La pregunta central es si la comunidad internacional ha sido capaz de aprender para mejorar su capacidad de respuesta ante eventos catastróficos a nivel global. La información disponible hace pensar que, a pesar de la gravedad de la pandemia y sus consecuencias desiguales entre diferentes países, en realidad no se vislumbra más cooperación o mejor coordinación internacional para enfrentar la emergencia potencial de eventos desastrosos derivados en especial de una crisis ambiental y climática global.

Los países se llenan la boca hablando de la necesidad de fortalecer los mecanismos existentes para fomentar la cooperación internacional, pero lo que hemos visto en los últimos meses es que más que un esfuerzo compartido o coordinado para contener los contagios o garantizar vacunas para todas las regiones, lo que ha prevalecido es una lógica de “sálvese quien pueda” y el cálculo de intereses geopolíticos. Entre otras cosas, la pandemia nos deja como advertencia que ante la emergencia de eventos calamitosos globales, más que cooperación prevalecerá el egoísmo nacional y que los países pobres serán abandonados a su propia suerte por los países desarrollados.

Uno de los aspectos más delicados ha sido la incapacidad de la OMS para hacer una diferencia significativa, desde advertir en un inicio sobre la peligrosidad del virus, como para generar la coordinación necesaria para contener el avance de la epidemia o fomentar una distribución más eficiente y justa de las vacunas. En el momento más crítico posible, los mecanismos de cooperación y gobernanza global existentes fallaron notablemente. ¿Podrán ahora las agencias internacionales hacer la diferencia para lograr durante esta década acciones más efectivas para contener los efectos del cambio climático?

Otro aspecto preocupante se refiere ya no a la cooperación internacional, sino a lo que pueden hacer los países por sí mismos para protegerse cuando llega la hecatombe. Lo que ha quedado claro es que los liderazgos políticos incompetentes agravan las consecuencias de una catástrofe, profundizan sus efectos sociales y económicos e incluso pueden poner en riesgo a otras naciones. Pero lo más delicado es que no es automático que liderazgos incompetentes o irresponsables terminen rindiendo cuentas por sus omisiones o sufran de algún castigo electoral, en especial cuando la misma población asume conductas contrarias a un sentido precautorio mínimo, o se aceptan y difunden en forma masiva teorías conspirativas o mensajes en contrasentido a la evidencia científica disponible. ¿Si los sectores importantes de la población no están dispuestos a protegerse ante una amenaza tan directa como implica la Covid, lo estarán ante una catástrofe potencial con tiempos y resultados llenos de incertidumbre como supone el cambio climático?

Lo que parece claro es que la comunidad internacional ha aprendido en realidad poco de la emergencia sanitaria y que, a pesar de las terribles consecuencias humanas, sociales y económicas involucradas, muchas de las cuales se manifestarán todavía en los próximos años, las capacidades y los mecanismos de cooperación no son los adecuados para hacer frente ante la catástrofe ambiental y climática que se avecina.