Entre las primeras actividades que realizó la canciller Alicia Bárcena, fue encabezar un acto de toma de protesta de 48 nuevos funcionarios que se integran al Servicio Exterior Mexicano (SEM) de carrera, 20 mujeres y 28 hombres, quienes participaron en un concurso público de oposición para ocupar estos cargos.
Durante la toma de protesta, la canciller Bárcena hizo especial reconocimiento al quehacer internacional, al SEM de carrera y a los nuevos funcionarios. Subrayó que percibe tres retos en el SEM: restaurar la movilidad escalafonaria, consolidar la igualdad entre hombres y mujeres y la inclusión efectiva de colectivos como el grupo LGBTIQ+, así como actualizar mecanismos de salarios y prestaciones en el exterior.
Días después, la canciller Bárcena anunció que veía imposible abrir embajadas de México en Kazajistán, Bangladesh, Pakistán, Costa de Marfil y Senegal. Con bombos y platillos dicha iniciativa llamada “Procesos de selección Benito Juárez 2023”, fue anunciada por el entonces canciller Marcelo Ebrard y la subsecretaria de Relaciones Exteriores, Carmen Moreno, entre otros funcionarios, que más que una aportación al SEM, parece una trápala inflexión del momento, la cual violenta el proceso escalafonario y el espíritu de la Ley.
Esta particular idea de evaluaciones especiales de “carácter democrático”, como lo llamaron las autoridades de la Cancillería, perjudica, subrayan algunos miembros del SEM, al ya golpeado orden escalafonario al convocarse a primeros secretarios y consejeros para el salto de un plumazo al nombramiento de embajador, sin pasar por rangos superiores estipulados en la Ley. En fin, al parecer dicha intención quedará en el cajón de los olvidos.
Si bien la Ley del SEM estipula que los concursos públicos de ingreso deben realizarse preferentemente cada año, en el presente sexenio sólo se ha convocado a uno para ingresar a la rama Diplomático-consular y otro para la rama Técnico-administrativa, concursos en los que encontramos jóvenes aspirantes muy capacitados, con el dominio de idiomas y estudios hasta de doctorado, quienes quedan sujetos durante toda la carrera a rigurosos exámenes y evaluaciones de expedientes para sus ascensos. A su ingreso, también deberán tomar un curso especializado en el Instituto Matías Romero de Estudios Diplomáticos, así como prácticas en la propia Cancillería.
Ante un escalafón saturado y falta de plazas, a los miembros del SEM les puede tomar actualmente, por decir una cifra arbitraria general, alrededor de treinta o treinta y cinco años llegar al cargo máximo de embajador o coordinador administrativo (en el caso de la rama Técnico-administrativa), si es que alcanzan esos rangos antes de la jubilación. En la presente administración sólo ha habido dos concursos de ascensos.
En conversaciones con varios miembros del SEM se percibe cierta frustración por la falta de consideración que la Cancillería ha tenido hacia esta institución diplomática, incluso, con no pocas situaciones de humillación profesional, lo que ha derivado en retiros y jubilaciones adelantadas, lamentable para un servicio exterior profesional como es el mexicano.
Uno de los mejores legados que un canciller puede dejar, es un servicio exterior de carrera sólido y especializado y no debilitar esa institución como ha acontecido últimamente por intereses acomodaticios y políticos; fortalecerlo con leyes, reglamentos y procesos claros en función del interés nacional del país y respeto y certidumbre profesional a los miembros que lo integran, quienes dedican toda una vida a esta profesión.
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Canciller Alicia Bárcena, trazos y líneas en política exterior