Desde que se iniciara la confrontación bélica entre Israel y Hamás el pasado 7 de octubre, Naciones Unidas a través de su secretario general y otros funcionarios, han expresado su preocupación por la dramática situación de violencia que ha alcanzado esta situación y en particular por la violación al Derecho Internacional Humanitario (DIH) que afecta directamente a las poblaciones civiles.
Según datos disponibles, hasta el momento han muerto alrededor de 1400 israelíes y casi 9000 palestinos; habría cerca de 250 rehenes israelíes, 1.5 millones personas desplazadas y 600,000 hacinados en inseguros y precarios refugios.
Funcionarios y organizaciones internacionales demandan urgentemente el alto al fuego en la Franja de Gaza, que por el momento no parece tener cabida; la liberación de rehenes y; el suministro de artículos de primera necesidad y combustible. Aunque alguna ayuda ha comenzado a fluir a través de la frontera de Rafah, ésta ha sido insuficiente para atender a la población civil, ante el colapso del sistema sanitario, la desolación y la destrucción.
Si bien algunos países como Estados Unidos, Canadá o Alemania se han comprometido a contribuir con dinero en apoyo a Gaza, sin el alto al fuego no tendrían sentido estas aportaciones, en una región que en este momento se desgasta entre el dolor y la muerte que es prioritario atender.
Es indispensable favorecer el multilateralismo y la aplicación del Derecho Internacional. No hay cabida para dudas ante los desastres que los conflictos armados pueden causar a las vulnerables poblaciones civiles, en torno a verdaderos crímenes de guerra. Si bien los estados tienen el derecho inalienable de la defensa, ésta debe circunscribirse a las disposiciones del Derecho Internacional para atenuar y limitar los daños causados por las guerras. A efecto de encontrar soluciones, tanto Estados Unidos como China y Rusia, han ejercido su veto en el Consejo de Seguridad, ante una resolución presentada por Brasil y otra por Estados Unidos. Estamos frente al veto de las grandes potencias.
El DIH, como rama del Derecho Internacional, está enfocado a proteger a la persona humana y no al Estado. Hay reglas claras derivadas de los Convenios de Ginebra de 1949, con el fin de que las partes en conflicto no actúen de manera ilimitada e implacable.
Colofón
Para algunos analistas es lamentable el repliegue que México ha tenido en política internacional, donde hubo épocas en que la política exterior mexicana era ampliamente reconocida en el contexto multilateral. Bien son conocidos los paradójicos desplantes de menosprecio que el presidente mexicano hace hacia las Naciones Unidas (ONU), con chocantes frases no dignas de un mandatario como una institución que “no hace nada por la desigualdad o por la pobreza o para evitar la guerra”, ámbito que tal vez desconoce, en el que quizás no se siente a gusto ni seguro, en el cual no hay aplausos o adulación y en el que no hay proyectos mexicanos de envergadura. Posiblemente son las razones de su ausencia en esta esfera.
En el complejo escenario internacional, los éxitos y fracasos en Naciones Unidas responden al trabajo y compromiso de sus miembros, los Estados, donde la habilidad de las cancillerías es decisiva, pero en casos de especial relevancia como el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, las firmes y claras decisiones y acciones presidenciales no pueden ser ignoradas y quedar al margen tras bambalinas. De acuerdo a la Constitución mexicana el presidente es el encargado de dirigir la política exterior.