En días pasados diversos medios de comunicación hicieron especial énfasis en la decisión del Presidente de México de no asistir a la reunión del Foro de Cooperación Económica de Asia-Pacífico (APEC), a realizarse en noviembre en San Francisco, California, debido a que, dijo el presidente, “no tenemos relaciones con Perú y es para ver lo de Asia-Pacífico”.
De hecho, México continúa sosteniendo relaciones diplomáticas con Perú, aunque no a nivel de embajador sí a nivel de Encargado de Negocios a.i., debido a la confrontación que sostuvo el mandatario mexicano con la actual presidente peruana Dina Boluarte.
El Presidente tal vez se refiere a que él personalmente no tiene relaciones con el gobierno de Perú, pero él no es el Estado y evidentemente en la reunión se tratarán temas de Asia-Pacífico, ya que es un foro especial para ello. Perú asumirá la presidencia de APEC 2024, traspaso que se realizará en la cumbre de San Francisco.
Recordemos. Ante la destitución del entonces presidente peruano Pedro Castillo en 2022, el mandatario mexicano decidió tomar partido en su defensa, soslayando el principio de no intervención, tan socorrido por el presidente mexicano y ante la holganza del canciller mexicano de ese entonces; la situación alcanzó una dimensión inesperada, que derivó en que el Congreso peruano declarara persona non grata al Presidente de México y en la expulsión del embajador mexicano en Perú, quedando las relaciones diplomáticas a nivel de Encargados de Negocios.
En este entorno, el Presidente mexicano se negó tajantemente a que se le entregara la presidencia pro-témpore de la Alianza del Pacifico a Perú, que formalmente le correspondía, al considerar a la presidente Boluarte como espuria. Este desencuentro no debió haber sucedido ante un problema netamente político interno de Perú y una organización como la Alianza, enfocada a la integración económica y comercial. Son dos temas diferentes, el de APEC, integrado por 21 economías y el de la Alianza del Pacífico, integrado por cuatro países, en ambos participa México.
Es una muestra de mala diplomacia: las palabras, señalamientos y posturas políticas en el contexto internacional invariablemente tienen repercusiones y operan de diferente manera que en la política interna, ya que los interlocutores en el ámbito internacional son países, jefes de Estado y organismos internacionales, por mencionar algunos, y no partidos o corrientes políticas locales; la diplomacia está sometida a escrutinio de los actores internacionales y a protocolos y leyes en ese ámbito, que deben abordarse profesionalmente. Sin embargo, parece que la diplomacia mexicana actual está un tanto imbuida en prejuicios ideológicos, desinterés y desconocimiento.
México debe estar presente en foros como APEC, sus 21 miembros representan el 54% del PIB mundial y 44% del comercio mundial. El año pasado el presidente mexicano tampoco asistió a la Cumbre de las Américas, porque no se invitó a Nicaragua y Venezuela; recientemente también se ausentó de la Cumbre del G-20 realizada en Nueva Delhi y al 78 Período Ordinario de Sesiones de la Asamblea General de la ONU, donde se vio muy activo al presidente brasileño, quien también asumió la presidencia del G-20 durante su participación.
Lamentablemente, se ha reducido el perfil de México en estos foros, reuniones en las cuales los mandatarios también suelen realizar encuentros bilaterales de alto nivel y generar sinergias en temas de interés.