Durante 10 años, entre 2008 y 2018, la cumbre del volcán Kīlauea, de la isla de Hawái, estuvo en erupción... Aunque, no fue una erupción en forma de estallido en la cima de una montaña, como la mayor parte de las personas podríamos imaginar, esta larga actividad del Kilauea consistió, básicamente, en que el lago de lava del cráter Halema’uma’u pasó todo ese tiempo chapoteando y revolviéndose.
En realidad, el volcán entró en erupción mucho antes, desde el 3 de enero de 1983, en el cráter Pu’u’ O’o’, que se encuentra alejado de la cumbre; pero a mediados del 2018 tuvo una gran erupción, que tampoco fue tradicional pues la lava no salió por ninguno de los cráteres, sino a través de una serie de fisuras, cubrió una área de 35.5 kilómetros cuadrados, destruyó más de 700 casas y alrededor de dos mil personas fueron desplazadas.
El Kilauea es uno de los volcanes más activos, mejor monitoreados y más estudiados de la Tierra, por lo que no es de extrañar que haya sido el modelo en el cual se probó “una nueva clase de observaciones”, y una nueva forma de interpretar datos para entender los procesos que suceden en un volcán”, comentó Leif Karlstrom, coautor de una investigación que permitió entender a parte del Kilauea como si fuera un instrumento musical.
Suenan y resuenan los datos
El sonido de un tambor cambia según su tamaño y su forma; el sonido que produce un vaso con agua al ser golpeado por un cubierto cambia según la cantidad de líquido que contenga, y la afinación de las cuerdas de un violín se modifica según la temperatura y hasta la humedad del ambiente…
Considerando que las señales sísmicas que se produjeron a lo largo de los años que duró la erupción del cráter Halema’uma’u deben ser similares a las ondas sonoras y deben ser afectadas por factores similares, Karlstrom y su estudiante Josh Crozier, lograron descifrar lo que estuvo sucediendo dentro del volcán.
El lago de lava del cráter fue alimentado por una cámara de magma subterránea, conectada por una tubería. Dado que la lava se enfría y solidifica con bastante rapidez, mantener un lago de lava constante durante 10 años requirió de un equilibrio en la afluencia del material desde las profundidades.
A lo largo de la década, se produjeron decenas de miles de movimientos del magma, y el análisis de las ondas sísmicas de período muy largo permitió a los investigadores de la Universidad de Oregón conocer la cantidad de magma, su temperatura y el contenido de gases sin tener que medirlos directamente.
Marimba volcánica
Las ondas sísmicas de periodo muy largo que se analizaron en esta investigación son mucho más graves de lo que puede percibir el oído humano; sin embargo, se pueden acelerar hasta que sean perceptibles, comentó Karlstrom a ejecentral.
De hecho, “tengo proyectos en curso que se basan en representar datos por medio de sonido”, señaló el científico, y explicó que si aceleras cualquier señal sísmica, de algún terremoto, por ejemplo, “no sonaría muy bien, es una señal muy amplia y es sólo ruido”.
En cambio, sobre las señales del Kilauea detalló que son muy poco usuales, y que al ser aceleradas para resultar audibles, hay tonos casi musicales. “Suena como alguien tocando la marimba, pero es sólo la información, no está manipulada, excepto para quitar algo del ruido del volcán”. Si pudieras escuchar esas frecuencias, “oirías música del volcán”, sostuvo Karlstrom.
Nuestros propios oídos son muy buenos para descifrar sonidos: en una orquesta pueden distinguir cada instrumento, incluso cuando, como el violín, la flauta o el oboe, suenan en el mismo rango de frecuencias, por lo que una pregunta obligada para Karlstrom fue si hubo oídos humanos que escucharan los registros como parte del análisis.
“La respuesta es no”. El científico explicó que las adaptaciones de su información a frecuencias audibles fue hecha “a petición de unos amigos”; pero “al escucharlas, oigo cosas que me hacen querer regresar y examinar diferentes partes de los datos”, así que considera que escuchar esa especie de música volcánica, hará que surjan nuevas líneas de investigación en el futuro.
Karlstrom no quiso aventurar si eventualmente la técnica que desarrolló con Crozier hará posible predecir erupciones, “Lo que hicimos es aportar una nueva manera de mirar los datos, es una nueva clase de observaciones y de interpretar los datos en términos de los procesos que suceden en un volcán, que podría llevar a nuevas maneras de hacer pronósticos”.
Epílogo de esperanza
Hace una semana se dio a conocer la predicción de una erupción volcánica ocurrida en 2018 del volcán Sierra Negra en las Islas Galápagos, Ecuador, tan precisa como inesperada y fortuita.
En 2017, el equipo científico que estudiaba el Sierra Negra, encabezado por Dennis Geist, le mandó sus datos al equipo de Patricia Gregg, que acababa de configurar un nuevo programa de modelado de pronóstico volcánico por medio de supercomputadoras.
El resultado fue que se pronosticó la erupción de Sierra Negra, cinco meses antes de que ocurriera. De hecho, la predicción daba un rango entre el 25 de junio y el 5 de julio de 2018 para que la cámara de magma se volviera muy inestable, provocara una falla mecánica y una erupción posterior.
“Presentamos esta conclusión en una conferencia científica en marzo de 2018. Después de eso, nos ocupamos de otro trabajo y no volvimos a mirar nuestros modelos hasta que Dennis me envió un mensaje de texto el 26 de junio, pidiéndome que confirmara la fecha que habíamos pronosticado. Sierra Negra entró en erupción un día después de nuestra primera fecha prevista de falla mecánica. Estábamos anonadados”, comentó Gregg en un comunicado.
El Sierra Negra es muy “bien portado”, de acuerdo con los investigadores, y no parece fácil que se pueda tener ese nivel de precisión con otros volcanes, aunque con estas nuevas herramientas de observación y tratamiento de los datos, las esperanzas de poder predecir erupciones son cada vez más grandes.