La Oficina de Responsabilidad Gubernamental (GAO) del Congreso de Estados Unidos ha destapado un oscuro legado de contaminación y radiactividad que continúa asolando varias pequeñas islas y atolones coralinos en el océano Pacífico, incluso décadas después de las pruebas de armas termonucleares llevadas a cabo en la década de 1950.
Según el informe publicado el 31 de enero, las Islas Marshall siguen siendo testigos de los estragos provocados por las pruebas nucleares estadounidenses.
Presenta contaminación radiactiva aún palpable en varios atolones, algunos de los cuales permanecen inhabitables.
Pero el alcance del daño no se limita a esta región remota: actividades relacionadas con la Guerra Fría han dejado su huella tóxica en otros lugares.
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Groenlandia, por ejemplo, alberga un líquido radiactivo generado por un reactor nuclear que alimentaba la base estadounidense de Camp Century, sepultado bajo el hielo.
Más allá del Pacífico
Mientras tanto, en España, una colisión aérea en 1966 resultó en la dispersión de plutonio cerca del pueblo de Palomares, en la provincia de Almería, dejando una amplia área contaminada.
La GAO de Washington también señaló la persistencia de la radiación en los alrededores de Palomares, a pesar de los esfuerzos de limpieza llevados a cabo por Estados Unidos y España desde el incidente. DJ
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