Por cerca de dos años, los ciudadanos de China han vivido bajo fuertes restricciones para evitar los contagios de Covid pero su paciencia se ha agotado, y han organizado la ola de protestas más importante desde las movilizaciones por la democracia de 1989. Tan solo este domingo, miles de personas tomaron las ciudades más importantes como Pekín, Shanghái y Wuhan, para exigir el fin de los confinamientos, lo que a su vez ha obligado al gobierno a desplegar su censura y policías antimotines, entre otras medidas
Al grito de "¡Xi Jinping, renuncia! ¡PCC (Partido Comunista Chino) renuncia!” y "¡No a los confinamientos, queremos libertad!”, los ciudadanos han recurrido al ingenio para hacer frente a la censura china. Prueba de ello es el nuevo significado que le han dado a las hojas en blanco durante las protestas, las cuales ahora simbolizan la falta de libertad de expresión, mientras que en redes sociales, los complicados juegos de palabras denuncian el hartazgo por las medidas anticovid, pero también por las decisiones políticas de su presidente Xi Jinping.
Las manifestaciones han tenido tanto impacto tanto dentro del país como en otras naciones, que organismos como la Organización de las Naciones Unidas (ONU) pidió a las autoridades chinas que no detengan “arbitrariamente” a los manifestantes que protestan pacíficamente contra las restricciones sanitarias y piden más libertad, mientras que en Estados Unidos, la Casa Blanca informó que el presidente Joe Biden ha monitoreado las protestas, y destacó su apoyo a los derechos de los manifestantes.
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Expertos internacionales consideran que si bien las protestas en China por las restricciones que implica el mantenimiento de una política de cero Covid hacen pensar en la posibilidad de que Xi Jinping pudiera poner fin a la misma, es muy difícil que esto suceda o al menos que suceda relativamente pronto.
La principal dificultad para el abandono de esta política es que el país tiene una muy baja tasa de vacunación anticovid entre los adultos mayores, motivada por un apego a la medicina tradicional que se fomenta en China como una forma de nacionalismo.
Como muestra de las consecuencias que podría haber en China está el caso de Australia, donde se decidió suspender la política cero covid cuando se alcanzara un 80% de cobertura vacunal, lo cual sucedió a finales del 2021.
Para mediados de enero de 2020 alcanzaron un pico de poco más de 109 mil casos reportados en un día, muchos en comparación con los que tenían en los meses anteriores, que no rebasaban los 40; el número de muertes se elevó hasta un pico de 86 reportadas el 31 de enero y otro de 97 el 31 de julio.
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Sin embargo, la vacunación en Australia empezó por los adultos mayores, por lo que cabe suponer que en China sería mucho peor. También se señala que las vacunas utilizadas en el país asiático —todas de creación y producción china—, no son tan efectivas como las usadas en otros países, y que conseguir otras sería “antinacionalista”.
Estas cifras podrían atenuarse un poco porque la variante Ómicron y sus subvariantes causan enfermedad más leve que los linajes previos del SARS-CoV-2; la alta proporción de personas asintomáticas que se han detectado (alrededor de una quinta parte de los casi cuatro mil casos diarios que se han reportado últimamente) podría ser prueba de ello, pero también es posible que se explique porque en ningún otro país se han hecho tantas pruebas. Aún así, cabe esperar que se produjera un número elevado de muertes.
