Con paso firme, enfundado en un traje oscuro, llegó hasta el templete. Con la seguridad que le brindan sus logros, el presidente Andrés Manuel López Obrador presentó a los mexicanos los avances de sus primeros 100 días de gobierno.
Con la frase “informo a ustedes y a la población en general…”, daba inicio un largo desarrollo de los logros y caídas que se han presentado en los primeros tres meses de la Cuarta Transformación, como ya ha hecho llamar a su sexenio.
López Obrador contó cada paso que da a su gabinete, a gobernadores, empresarios, medios de comunicación e invitados que lo escuchaban mientras soportaban los fuertes rayos del sol y los 27 grados que golpeaban el Patio Central de Palacio Nacional.
“He visitado las 32 entidades federativas”, relataba. El mandatario, con orgullo, relató su visita a 90 municipios mexicanos, en los que ha presentado programas, recogido el sentimiento de la gente y acercado los proyectos que traerán mejoras para el país.
Recargado en el atril, el mismo que utiliza en todos sus eventos y que resalta el sello de la bandera mexicana, el mandatario enumeraba sus logros. Desde las reuniones diarias del gabinete de seguridad, hasta la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de México en Texcoco.
Abrió un paréntesis y reconoció las “desmañanadas” de su equipo. Agradeció a Olga Sánchez Cordero, secretaria de Gobernación, -que se ha notado ser quien más las sufre las desveladas- su compromiso y asistencia de lunes a viernes a las seis de la mañana al diálogo.
Casi de memoria, sin mirar su discurso, el tabasqueño enumeró las reformas que han sido enviadas al Poder Legislativo, las que han sido aprobadas, las que se encuentran en camino y los beneficios que éstas otorgarán.
“La Cuarta Transformación no ha requerido de una nueva constitución, pero sí de profundas reformas legales para ajustar el marco jurídico a las nuevas realidades y circunstancias”. Se le ve aplicado y entusiasmado, son sus primeros cien días de consumar un evento que deseó por 18 años. Y aprovecha, como no queriendo perder la costumbre, de atacar al “neoliberalismo”.
“No fue casual que la corrupción, durante mucho tiempo, no se considerara delito grave. ¿Saben cuándo se reformó el código penal para quitar la gravedad a todos los hechos de gravedad? El 10 de enero de 1994, en pleno auge neoliberal o neoporfirista, ¿así o más claro?” y, para terminar, lanza esa mueca burlona que lo caracteriza cuando el tema genera incomodidad.
Sin usar su frase de batalla, “me canso ganso”, durante 120 minutos, López Obrador se echó flores y se las echó también a los empresarios, a quienes agradeció por el respeto, la comunicación y el apoyo a su gobierno.
El sol comenzó a incomodar a funcionarios e invitados, la desesperación era notoria, querían correr y escuchar el discurso desde la sombra que dan los pasillos aledaños al patio. Esperaban con ansias el final del discurso, que como tiene acostumbrado podría ser de mucho más de dos horas. Pero no, él lo notó.
“Amigos y amigas, aunque todavía es el comienzo del camino hacia el progreso, con justicia, ya empezamos a escribir el prólogo de la gran obra de transformación nacional”, se encaminó a finalizar su recuento.
“Primero muerto que traidor”, dijo sobre sus 100 compromisos, de los cuales, aseguró, ya cumplió 62.
Las trompetas militares anunciaron el final y, tras el grito de “¡viva México, viva México, viva México!”, el informe de los primeros cien días llegó a su fin, no sin antes entonar el Himno de México.